Cultura

La canción de las hojas

Las hojas cosidas de una higuera cubrieron el sexo de la pareja adánica cuando se descubrió desnuda. La conciencia de sí es una hoja. Pero el jardín primordial quedó perdido al advertir el creador ese súbito atuendo. Pudor, vergüenza, timidez. Aquella hoja es el testimonio de que alguna vez fuimos en el paraíso.

Un viejo diccionario cerrado representa la materia virgen. Al abrirse se vuelve materia fecundada. Entre sus polvorientas hojas está la definición de la palabra hoja. Quizá nunca nadie en él la había inquirido. Hoja, del antiguo foja, o de igual significado. Las hay lineales, aciculares, aovadas, lanceoladas, aserradas, dentadas, escotadas, enteras, discoloras, nerviosas, digitadas, venosas, compuestas, escurridas, envainadoras o radicales. Toda hoja significa lo mismo, toda hoja resulta diferente.

Existen las hojas de ruta que consignan las mercancías transportadas por un tren con todos sus pormenores. Las expide el jefe de estación. Solo esas dos vías fijas que se pierden en el horizonte permiten garantizar el inventario. Vivir, en cambio, es ignorarlo de antemano, como se ignora la estación a la que se arribará o la autoridad que dará fe de la carga que se lleva. Vivir es carecer de hoja de ruta.

El universo es un inmenso libro, escribió Mohyddin ibn-Arabi, que solemos abrir por una sola de sus hojas. Las epifanías suceden cuando se atisban los pliegos siguientes, y las reminiscencias fulminantes ocurren como un regreso a páginas anteriores. Al universo lo componen sus hojas y es Dios quien escribe en ellas.

En yoga existe una postura que se conoce como de la hoja plegada. El cuerpo queda recogido e inmóvil, doblado sobre sí mismo. Se juntan las piernas para sentarse sobre los talones, la inspiración une los omóplatos, las manos detrás de la espalda dejan caer el tronco hacia adelante. La frente toca el suelo y sobreviene la metamorfosis: el cuerpo/mente ya es una hoja.

Cual la generación de las hojas, así la de los hombres, afirma la Ilíada de Homero. El viento otoñal que las esparce por el suelo y la primavera reverdeciéndolas son equivalentes a la siega humana: una generación nace y la otra perece. Supremo orden de las correspondencias donde todo lo compuesto ha de morir, luego volver y después irse de nuevo. Como hojas al viento, porque nada orgánico nos es ajeno.

Los golpes a la hoja de la puerta que se escuchan en Macbeth luego del asesinato del gentil Duncan son un anuncio del cambio de la naturaleza humana por la diabólica. Un agudo comentarista del pasaje habla de la retirada del corazón humano y el ingreso del corazón diabólico. Sobre una plancha de madera retumba mínimo un sonido. El mundo se transforma mediante esa llamada. Las hojas abren o cierran los infiernos. Las hojas también ensanchan el cielo.

Las hormigas se transforman en pedacitos de hoja. Abren senderos de doble sentido y su persistente caravana va y viene por ellos sin cesar como una naturaleza vegetal en movimiento. No cortan las hojas de cualquier planta: desprecian los paraísos y podan los fresnos, rasuran la enredadera y no tocan la hiedra, despojan la vid pero ignoran la lavanda. En una sola noche expropian un jardín o saquean una hortaliza. Mi mujer puso en su camino granos de arroz que también se llevaron. Las hojas se convierten en hormigas. Las hormigas son las hojas que caminan hasta el hormiguero.

Aquellas jornadas terminaban en clase de Caligrafía. El maestro Juárez, vestido con un traje de tres piezas, pulcro y acicalado, nos enseñaba a escribir en letra Palmer. Abríamos el cuaderno siguiendo sus instrucciones y después pasábamos la mano sobre la hoja para alisarla. Tóquenla suavemente, nos decía, la hoja son ustedes, ustedes son la hoja. También el lápiz y la letra que hoy escribiremos. ¿Dónde estarán esas tardes cuando fuimos lápiz, letra y hoja?

Se llaman fásmidos y su nombre viene del griego antiguo: phasma, aparición o espíritu. Se especializan en el camuflaje. Utilizan la homotipia y la homocromía y su críptica apariencia representa un sistema defensivo. Existen desde hace cuatrocientos millones de años y hubo un primer ejemplar que aprendió de las mismas hojas para simular su morfología y agitarse al viento como ellas. Las hojas educaron a los insectos hoja, esas apariciones o espíritus del alma del mundo. De ahí la alegoría, metáfora de la metáfora: el ser humano es como una hoja al viento. Otra phasma. Otra homotipia.

El poeta salvaría el incendio. El lector salvaría las hojas. Libre: libro: hojas. Deben tocarse, mirarse, escucharse para ser. Los muertos inolvidables esperan vivir de nuevo mientras descansan pacientemente entre ellas.


AQ

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Fernando Solana Olivares
  • Fernando Solana Olivares
  • (Ciudad de México, 1954). Escritor, editor y periodista. Ha escrito novela, cuento, ensayo literario y narrativo. Concibe el lenguaje como la expresión de la conciencia.
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