En los tiempos modernos, un año es una eternidad. ¿Quién hubiera sostenido a finales de 2023 que Trump sería presidente y con trifecta (control de cámaras y ejecutivo)? ¿Qué el longevo dictador de Siria, Bashir Al-Asad caería en horas? ¿Qué un acosado “Bibi” Netanyahu terminaría el año como sólido y popular líder de Israel? ¿Qué los sudcoreanos tirarían a su Gobierno por utilizar la Ley Marcial? ¿Qué Alemania y Francia tendrían a los líderes más débiles en décadas y eso arrastra la influencia de Europa? ¿Qué Claudia Sheinbaum sería prácticamente la única presidenta que lograría superar la maldición de los partidos en el poder (el 80% de las elecciones en el mundo en 2024 supusieron un cambio de partido en el Gobierno)? ¿O quién habría afirmado con rotundidad que los ultras Meloni y Milei estarían bien parados en sus respectivos países (Italia y Argentina)? La política es el gran arte de la gestión de la incertidumbre. Más en estos tiempos tan líquidos y cambiantes.
El año que comienza el próximo miércoles estará marcado por la nueva Presidencia de Donald Trump. Quien crea que es la misma gata que vimos entre 2016 y 2020, se equivoca radicalmente. Trump tendrá muchísimo más poder. Aquellos que antes lo detestaban, hoy le “hacen la barba” como comúnmente decimos. En el escritorio de Trump está el futuro de Medio Oriente, la defensa colectiva Europea, Putin y sus ambiciones imperialistas, la batalla global con China. Si Trump cumple y protagoniza una Presidencia aislacionista, Putin se saldrá con la suya en Ucrania; Israel terminará de condenar a Gaza al apartheid, y los grandes dictadores globales se sentirán en confianza para mover ficha. La alianza Trump-Musk amenaza al mundo con una ola de poder ultra que podría durar décadas.
Si algún país está expuesto a estas dinámicas es México. El equilibrio en el que se mueve nuestro país es francamente limitado. Por un lado, Sheinbaum sabe que los aranceles y una renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica serían catastróficos para la economía nacional. Lo mismo opinan en Canadá, en donde la débil primera magistratura de Trudeau ha supuesto una rebelión de los premiers provinciales (particularmente Doug Ford de Ontario). Por el otro lado, México no puede acceder a todas las demandas de Trump; especialmente aquellas que suponen hacer de México un patio trasero migratorio que permita alimentar el discurso demagógico del magnate. La forma en que Sheinbaum gestione su relación con Trump marcará la suerte de su sexenio.
En Jalisco, Pablo Lemus parece haber pasado –despeinándose poco– por la aduana legislativa. Augurábamos una legislatura infernal para el nuevo gobernador, pero la ruptura de Morena en Jalisco le abrió el paso para aprobar el presupuesto, nombrar fiscal y hasta renegociar la deuda estatal. En silencio y con eficacia, Lemus construyó una mayoría de 30 diputados que supuso una crisis para Morena que se asumía como fuerza mayoritaria. El pronóstico era la impotencia de Movimiento Ciudadano y concluyó en la impotente desunión de Morena.
Será un Gobierno de pocas leyes y más administración. Un desafío es el nuevo modelo de búsqueda de desaparecidos. Y el nuevo tono de un Gobierno que quiere tener interlocución con los familiares. Las apuestas en López Mateos y la Línea 4 también serán esenciales para calificar el avance del Gobierno de Lemus. Y, de la misma forma, la posibilidad de encontrar un modelo metropolitano de gestión integral de la basura, luego de trienios de parálisis en esta agenda. Guadalajara ya dio el primer paso. La pugna Movimiento Ciudadano/Morena será siendo nuestro día a día en Jalisco.
Los años iníciales de los gobiernos pueden ser fértiles para los acuerdos. Las elecciones se ven muy lejanas y el incentivo es a pactar. Parece lejano despechando en Washington o en Florida, pero Trump es el factor fundamental para explicar la turbulencia que augura 2025. El nacionalismo trumpista también despertará el nacionalismo en todo el mundo… también en México. México necesitará liderazgo y unidad. Menos politiquería y más política de altos vuelos. El desafío Trump es mucho más serio que aquel que ya nos asustaba en 2016.