La Constitución Política de Hidalgo establece que el Ayuntamiento se integra por un presidente, síndicos y regidores, y define que este “es el órgano de Gobierno municipal a través del cual, el pueblo, en ejercicio de su voluntad política, realiza la autogestión de los intereses de la comunidad”.
¡Qué mentira más grande! Porque el sistema con el que se eligen estos personajes está viciado de origen para que esa “autogestión” sea exclusiva de los intereses de los partidos políticos. Por si fuera poco esta gran farsa, a los diputados se les ocurrió la graciosada de que los candidatos a presidente municipal perdedores se integraran al cabildo como regidores de representación proporcional. “Unos genios”, diría Pepe Meade.
A poco más de dos meses de la renovación de los 84 ayuntamientos, vemos que esta ocurrencia no causa más que problemas. Los cabildos se han convertido en auténticos circos, en los que el infructuoso debate de las campañas se reproduce una y otra vez en un círculo vicioso de descalificaciones y manoteos, cual verdulería.
El debate no subió de nivel. Los partidos perdedores tienen las manos bien metidas en el Ayuntamiento. Están estorbando, esperan el momento para golpear, para tirarlo todo. Su única función es el choque, la confrontación. Quieren que le vaya mal al municipio, e intencionalmente hacen mal su trabajo para poder decir en las próximas elecciones: nosotros somos el cambio.
El ejemplo más claro es el de Tepeapulco. No se habían ni saludado, cuando los regidores ya solicitaban al Congreso un juicio político en contra de la alcaldesa morenista Marisol Ortega. ¿Quiénes lo promovieron? Patricia González López, quien fuera la candidata del PRI, y Christian Pulido Roldán, ex candidato del Partido del Trabajo.
No crea que es una práctica exclusiva de una bandera, también funciona a la inversa. Solo hay que recordar los desplantes del obradorista Pablo Vargas en los primeros días de trabajo de Sergio Baños, presidente municipal de Pachuca.
Esta reforma electoral no beneficia a nadie, ni siquiera a los propios partidos políticos. Porque aunque los regidores espurio logren su cometido, el próximo trienio les va a tocar a ellos lidiar con el enemigo en su propia casa.