En el campo de la filosofía, Descartes es un nombre emblemático cuyas ideas han servido de plataforma para la reflexión metafísica, epistemológica y hasta ontológica.
Conocido como el padre del racionalismo moderno, su frase célebre; "Cogito, ergo sum" (Pienso, luego existo) es un hito en la historia del pensamiento.
La metafísica de Descartes se forja en la interfaz crítica entre el sujeto que conoce y el objeto de conocimiento.
La duda metódica, eje de su filosofía, supone una suspensión de la aceptación de las verdades recibidas, consecuentemente y por medio de la duda, favoreciendo una introspección que busca verdades indubitables.
Descartes instaura el cogito; el ejercicio de usar la duda metódicamente, como piedra angular de su filosofía, exaltando la capacidad de la razón para discernir y aprehender verdades fundamentales.
La conciencia del pensamiento —y con ella, la existencia del pensador— es, para Descartes, la primera certeza indudable.
La visión metafísica de Descartes es dualista: la realidad se compone de dos sustancias independientes, la mente (res cogitans) y el cuerpo (res extensa).
Tal dualismo ha tenido profundas repercusiones, marcando el camino para la discusión moderna sobre la conciencia y la mente.
No obstante, el dualismo cartesiano también enfrenta críticas, especialmente en relación con el "problema de la interacción".
¿Cómo interactúan dos sustancias de naturalezas tan distintas como la mente y el cuerpo?
La filosofía de Descartes plantea una visión audaz y radical de la razón y la metafísica.
Aunque no esté de acuerdo con todas las premisas planteadas por el francés, la obra de Descartes nos ofrece un valioso estímulo para repensar nuestras propias concepciones sobre la realidad y la naturaleza de la conciencia humana.
Con Descartes, la razón adquiere una nueva dimensión, revelando la potencialidad de la duda como instrumento para descubrir la verdad y por ende, prácticamente convirtiendo la duda en un modus vivendi.