Con regalos y rosca de Reyes, el CJNG intenta conquistar a pobladores rurales de Tabasco, tierra del ex presidente Andrés Manuel López Obrador. A nombre de un líder criminal, reparten dádivas a cambio de la protección del pueblo.
Con esta labor de “aproximación ciudadana”, los criminales se muestran como agentes de cambio en las comunidades, en las que, dicen, realizan labores sociales y obras públicas que nunca hizo el Estado, cuya omisión ha permitido que estos sitios se conviertan en los refugios idóneos para las células delictivas.
Con una despensa, un juguete para los niños o el arreglo de una calle, consiguen el respaldo y la protección de los habitantes, que entre la necesidad y el miedo, no tienen otra opción más que aceptar obsequios y hasta las ofertas laborales que resultan atractivas cuando no hay muchas alternativas para ganarse la vida.
Así, comienzan a construir una imagen positiva para la organización, aunque sea la misma responsable de sembrar terror en la ciudadanía, que queda a merced de los grupos armados ante la incapacidad y poca voluntad de las autoridades de hacerles frente.
Esta estrategia es fundamental cuando hay que elegir bandos, como ocurre en Sinaloa. En Los Mochis, presuntamente un líder delictivo entregó despensas y juguetes durante las fiestas decembrinas, una muestra de “benevolencia” entre los muertos, los desaparecidos y las balaceras que han marcado meses de guerra entre Chapitos y Mayitos en el estado.
La entrega de apoyos sociales de manera directa, sin los trámites engorrosos que exigen los gobiernos, es un elemento importante para hacer de los líderes de cárteles figuras de respeto y culto entre las poblaciones beneficiadas.
Prueba de ello es la marcha realizada en las calles de Culiacán en 2014, cuando ciudadanos se manifestaron para exigir la liberación y un juicio justo para Joaquín El Chapo Guzmán, quien incluso hoy tras las rejas sigue siendo un personaje que despierta admiración e interés.
La narcocultura se siembra en esos pueblos perdidos en el mapa, entre la gente que ve en el crimen organizado una alternativa para salir de un círculo de pobreza, admira el poder de los cuernos de chivo y justifica los delitos cuando ayudan a los que menos tienen; deslumbrados por el brillo de las cachas de la pistola, las mismas con las que después les cobran los favores.
