Más vale pedir perdón que pedir permiso. Así la aplicaron los Policías estatales que ingresaron el martes por la tarde, con las armas de fuego levantadas, a la escuela Normal Rural Miguel Hidalgo, en Atequiza. Pero no pidieron ni uno ni lo otro.
El reporte de civiles armados en el plantel fue la justificación de las autoridades para la irrupción y sometimiento de alumnos. La toma de tres camiones con migrantes a bordo como forma de protesta ante la falta de apoyo para el transporte provocó toda una movilización que alarmó a la comunidad de Ixtlahuacán de los Membrillos.
Según la versión de los jóvenes, no violentaron a los pasajeros, ni siquiera iban armados y hasta rentaron un camión para que los migrantes llegarán a su destino. El gobernador los contradice: afirma que hay videos en los que se observa que suben a las unidades encapuchados y provocando terror entre los migrantes.
¿Es válida una manifestación en la que se tomen camiones? Debatible. ¿Es correcto que policías armados entren a una escuela e intimiden a estudiantes con disparos al aire o incluso los golpeen? No.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco abrió un acta de investigación en torno a la detención de los camiones en la avenida Lázaro Cárdenas, pero no sobre los hechos ocurridos en el interior del centro educativo.
Los estudiantes señalan que al menos 16 compañeros fueron golpeados por los uniformados, quienes además, acusan, hicieron disparos al aire.
Es la segunda vez que el Gobierno de Jalisco está al borde de repetir dos episodios negros en la historia del país.
El primero el 5 de junio de 2020, día del llamado Halconazo Tapatío, cuando manifestantes por la muerte de Giovanni López a manos de policías fueron levantados y violentados por agentes de la Fiscalía y abandonados horas después a las afueras de la ciudad.
El ingreso policial a la Escuela Normal Rural pudo tener terribles consecuencias, por eso debe verse con la gravedad necesaria. La Secretaría de Seguridad estatal debe responder e investigar el proceder de los elementos, para evitar un suceso que no se pueda olvidar, ni perdonar.
