Como buen anfitrión, París arregla su casa para recibir a miles de personas que a partir de hoy se suman a las celebraciones por los Juegos Olímpicos 2024; y entre las tareas incluyó una “limpieza social”.
Organizaciones civiles denuncian que desde hace meses, las autoridades francesas han sacado del primer cuadro de la capital a las personas que viven en situación de calle, entre ellas migrantes que solicitan asilo político, y las trasladan a otras ciudades en autobuses con falsas promesas de reubicación o una resolución a sus casos, pero terminan deportados o a la deriva en un lugar desconocido.
En el último año, más de cinco mil personas han sido expulsadas de la capital, según un reportaje de The New York Times, la cifra es sólo una fracción de la población que está sin techo en París.
Y es que las personas sin hogar no encajan en la postal de la “Ciudad del Amor” que el gobierno quiere mostrar a los visitantes, quienes esperan fotografías románticas en un café parisino y con la Torre Eiffel de fondo, no con campamentos improvisados en las banquetas.
Este desalojo es una manera de barrer bajo la alfombra las consecuencias de problemáticas económicas y políticas sin resolver que han llevado a miles de personas a estar en esta situación de vulnerabilidad, y que ahora se encuentran en una posición todavía más desfavorable para no “ensuciar” la fiesta deportiva.
Esta no es la primera vez que sucede algo así. En 2016, Brasil fue la sede de los Juegos Olímpicos, y en Río de Janeiro también se implementó la evacuación forzada de indigentes en zonas turísticas; lo mismo ocurrió cuatro años después, cuando la antorcha pasó a Tokio; mientras que para el Mundial de Futbol, el gobierno de Qatar ordenó el desalojo de trabajadores migrantes del Centro de Doha.
México, con un importante flujo de migrantes hacia el sueño americano, será anfitrión de la máxima fiesta del futbol en 2026, junto a Canadá y Estados Unidos, éste último con más de 650 mil personas en situación de calle, una cifra récord que tiene a las autoridades en jaque para atender la problemática.
Nuestro país, marcado por la matanza del 68 de cara a los Olímpicos de ese año, tiene el reto de crear estrategias que atiendan el problema de fondo sin violar derechos humanos; porque la “limpieza social” termina por ensuciar a quienes se quedan cuando las cámaras se van.