De influencers a criminales en un minuto. De repente los miles de seguidores y likes no valen nada, y sus nombres son tendencia en las redes sociales que les dieron fama, pero ahora como protagonistas de notas rojas.
Hoy Marianne Gonzaga y El Fofo Márquez duermen tras las rejas.
La primera es acusada de apuñalar 12 veces a la novia de su ex pareja, que ahora lucha por su vida. Las fotografías en bikini con la que conquistó a usuarios ahora vienen acompañadas del video del crimen y la imagen de su detención.
El segundo, sentenciado a 17 años de cárcel por una brutal golpiza a una mujer en sus 50 años tras un altercado vial, ya no llena los feeds con videos exhibiendo su opulencia; ahora se ve hincado; con uniforme naranja –en vez de su outfit de marca– y con la cabeza rapada en el penal al que fue trasladado luego de que se difundiera un video en el que era agredido por custodios. Ya no queda nada de esa sonrisa altiva que tenía cuando fue aprehendido meses atrás.
¿En qué momento pasaron de posar con automóviles de lujo y diamantes a lucir unas esposas de metal? ¿Será que la burbuja los eleva tanto que pierden el piso al punto de sentirse intocables? Quizá con algo de razón. Estar en la cima virtual también les abre puertas en las altas esferas, que en estos tiempos se mezclan con la criminalidad.
Y es que la violencia no es ajena a las redes sociales: X, Tik Tok, Facebook, Instagram, están inundados de cuentas y personajes que difunden contenido que contribuyen a su normalización, promueven la misoginia, el clasismo, el racismo y la narcocultura, con millones en seguidores y monetización.
Las historias de Marianne y El Fofo son el resultado de esta élite de apariencias y crueldad, que puede comprar la impunidad hasta que las mismas redes que los elevaron, los bajan.
En un contexto en el que ahora se aspira a ser influencer, como una ruta atractiva hacia la riqueza y la celebridad, habría que cuestionarse a quiénes seguimos y le damos cabida en las pantallas de niñas, niños y jóvenes, que idolatran a estos personajes, que, cuando apagan la cámara, se transforman en criminales.