La carta de Ismael El Mayo Zambada, que ha desatado una serie de revelaciones controvertidas, solamente confirmó lo que siempre se ha sabido en Sinaloa: los nexos entre crimen organizado y gobierno. Y esa conexión no es de Morena, viene de décadas de complicidad que ha permitido que el narcotráfico crezca hasta enraizarse profundamente en todos los sectores del estado, y ahora hasta del país.
Para nadie es sorpresa que mandatarios o empresarios tengan algún tipo de relación con una persona dentro del crimen organizado. Sinaloa es un pañuelo, imposible no conocer a alguien que conoce a alguien que conoce a alguien, y esos grados de separación se reducen más cuando hablamos de las cúpulas de poder, entre ellas el narcotráfico. Por eso Zambada dijo con toda seguridad a Julio Scherer en 2010: “Si me atrapan o me matan… nada cambia”; ya es una estructura cimentada difícil de romper.
Y mientras políticos y empresarios temen el momento en que El Mayo pronuncie sus nombres, los sinaloenses viven en una tensa calma en espera de las consecuencias.
La noticia de la captura de Zambada y Joaquín Guzmán López, uno de los Chapitos, líderes del Cártel de Sinaloa, se dió el jueves 25 de julio. No tardaron los rumores sobre un tercer culiacanazo, como los de 2019 y 2023, en los que civiles armados se desplegaron por la detención de Ovidio Guzmán López; liberado en el primer intento, y arrestado en el segundo.
El día estaba por terminar y asesinaron a Héctor Melesio Cuén Ojeda, ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa y fundador del Partido Sinaloense, un jugador fundamental en la política estatal, y hoy también en los reflectores por las dudas sobre su homicidio y su relación con el capo.
Una semana después, en redes sociales se difundió un mensaje sobre un presunto toque de queda impuesto por grupos delictivos, el cual fue desmentido por el gobernador -ahora también mencionado por Zambada-, luego de que ese día fuera vandalizada la capilla y exhumados los cuerpos del hermano y del padre de Dámaso López El Licenciado, detenido en 2017 y líder del cártel tras la captura de El Chapo Guzmán en 2016.
Todo esto ha ocurrido en las primeras dos semanas de la llegada de los narcotraficantes a Estados Unidos.
En medio de esas disputas quedan los sinaloenses, presos del dominio del crimen organizado, la militarización y el miedo de que un jueves cualquiera se torne negro.