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El lugar donde se arrastran las serpientes (I)

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Allende, Coahuila. Coahuila es una palabra india que ciertos historiadores definen como “lugar donde se arrastran las serpientes”. Ese nombre lleva uno de los estados más grandes de México, ubicado al noreste del país, en la frontera con Texas, el estado americano con el que tiempo atrás se hermanó en una república. Casi tres millones de personas residen hoy a lo largo de este territorio, decretado de manera oficial también como “Tierra de dinosaurios” por la abundancia de fósiles prehistóricos en su llanura.

Pese a las condiciones adversas, Coahuila desarrolló a lo largo de su historia zonas industriales, como la que alberga a la mayor planta productora de acero del país. En el estado se genera también 40 por ciento de la leche que consumen los mexicanos, así como 10 por ciento de la electricidad nacional, gracias a que en su subsuelo, además de fósiles, yace 95 por ciento de las reservas de carbón.

Por su tamaño, el estado ha quedado dividido en tres regiones con relativa autonomía de facto entre sí, además de dinámicas peculiares. La capital es Saltillo y se encuentra en la región Centro, mientras que Torreón es la ciudad más grande de la llamada zona de La Laguna, colindante con el estado de Durango.

Al norte se encuentra una tercera región del estado, la cual hace frontera con Estados Unidos y tiene a Piedras Negras como su ciudad más importante. Antes de recibir su sobrio nombre actual, Piedras Negras se llamó Ciudad Porfirio Díaz, en honor al dictador mexicano depuesto a principios del siglo pasado. Fue precisamente en los años en que se llamaba Ciudad Porfirio Díaz, cuando nació Gladys Monroe, la madre de Marilyn Monroe.

Pero en 1911, la revolución liderada por Emiliano Zapata en el sur y por Pancho Villa en el norte (aunque en Coahuila el prócer fue su oriundo Francisco I. Madero), le dio una sacudida a México, incluso semántica, cambiando el nombre de lugares como el de la Ciudad Porfirio Díaz por el de Piedras Negras.

En la actualidad, Piedras Negras es un centro urbano en el que residen alrededor de 200 mil personas. La ciudad vive de la industria maquiladora, de la interacción comercial con Texas y de la explotación de los recursos naturales de una pequeña área conocida como Los Cinco Manantiales.

Aparte de ser el sitio donde nació la madre de la actriz más bella del siglo pasado, otro distintivo de Piedras Negras es que las tortillas de maíz doradas conocidas como nachos, fueron inventadas por un poblador llamado Ignacio Anaya. El nombre de Nacho proviene de la abreviatura con la que en México se les llama a las personas de nombre Ignacio. Cada año, la ciudad celebra el Día del Nacho con el mismo fervor que se celebra un aniversario de la revolución que acabó con el dictador Porfirio Díaz.

Aunque no deslumbra por su modernidad ni por su historia, además de que en años recientes ha sido arrasada por inundaciones, tornados y otras plagas, Piedras Negras fue considerada a principios del siglo XXI como una de las 10 mejores ciudades de México para vivir.

Cerca de Piedras Negras, a 55 kilómetros de distancia, se encuentra Allende, un pueblo de 25 mil habitantes que se llama así en honor de uno de los guerreros más famosos de la Independencia de México, quien fue traicionado y detenido en Coahuila, para luego ser fusilado, decapitado y luego su cabeza exhibida durante 10 años en un granero de Guanajuato.

Además de Allende, los pueblos de Nava, Morelos, Villa Unión y Zaragoza conforman la pequeña región de Los Cinco Manantiales, llamada así debido a que cada uno de estos pueblos tiene un nacimiento de agua natural, lo que permite que sus tierras sean prodigiosas y se plante nogal, además de trigo, avena, maíz y frijol en medio de un paisaje semidesértico donde predominan mezquites, nopales, huizaches y otros matorrales.

Los Cinco Manantiales es una zona próspera en la que residen casi 80 mil personas en su conjunto, donde hay una riqueza en agua y gas, existe un aeropuerto, además de dos plantas importantes de electricidad, y se colinda con la mayor veta de carbón, además de estar muy cerca de Estados Unidos.

Pese a que nací y crecí en Monterrey, Nuevo León, una ciudad ubicada a cinco horas en automóvil, como muchos mexicanos no tenía idea de este oasis ubicado entre los yermos del noreste, que en los años recientes sufrió en silencio una de las mayores atrocidades ocurridas durante el llamado periodo de la Guerra del narco decretado durante el gobierno del presidente Felipe Calderón.

Desde el miércoles 23 de marzo de 2011, el pueblo de Allende y Los Cinco Manantiales aparecieron en mi vida. Ese día, mientras investigaba la situación de algunos pueblos de Nuevo León y Tamaulipas, recibí el siguiente mensaje electrónico:

Estimado Sr Osorno:

Lo felicito por su trabajo. Le escribo solo para comentarle que en Allende, Coahuila ya nos llegó la barbarie del noreste. Esta semana empezaron a ocurrir hechos inéditos en la región harto conocidos en Tamaulipas: levantones, destrucción y quemas de casas, toque de queda, silencio y omisión oficial, rapiña... En este pequeño poblado de 25 mil habitantes se habían dado algunos tiroteos y levantados, más o menos tratando de cubrir las apariencias, pero lo que está sucediento estos días es a la luz del día y visto por todos (menos las autoridades estatales y federales porque aunque el alcalde se pronunció sobre los hechos de poco o nada sirve). Nos estamos “tamaulizando”. Mi tristeza es enorme de ver la enorme impunidad, corrupción, politización de la violencia (habrá elecciones en julio y seguramente el desprestigio de un partido será el beneficio del otro).

En las redes sociales hay fotos de los hechos pero los medios locales ni por error mencionan los hechos. No sé si durante su labor se ha preguntado si este es el futuro de México: los ciudadanos buenos tenemos un enorme desánimo y si pudieramos nos iríamos; por supuesto que hay una buena parte de gente de mi pueblo que se siente favorecida y hasta se alegra de lo que sucede, algo así como si unos libertadores (¿quién sabe de qué cártel o grupo?) fueran los libertadores y quitaran a Gadafi o algún(os) tirano(s) (el grupo que está siendo arrasado).

Supongo que le escribo esto porque quiero un consuelo, una esperanza de que esto tiene reversa o por lo menos se puede desacelerar la veloz violencia que corre por el norte de México más rápido que las revoluciones de los jazmines. Supongo que en el norte van a desaparecer las poblaciones de menos de 100 mil habitantes y vamos a vivir una feudalización narca o algo parecido.

Lo más triste es que vi a niños y madres cometer rapiña como si fuera de lo más normal, lo que tal vez indica lo podrida que está la sociedad (una parte minoritaria pero en número significativo).

Ojalá por este medio, o por su columna, pueda ofrecer una visión más optimista y esté equivocado y que si concuerda, ambos lo estemos.

Attentamente, Un ciudadano.

El remitente del correo electrónico estaba firmado por Ed Wood, quien a las 18:11 del 23 de marzo había dado send a su mensaje escrito desde la cuenta de correo [email protected] Tardé mucho en responder pidiendo más datos. Por ese entonces, había denuncias de crímenes espantosos prácticamente en todos los pueblos y ciudades del noreste. Los reporteros que cubríamos el tema no nos dábamos abasto con los hechos de Nuevo León y Tamaulipas, por lo que la realidad de Coahuila parecía menos grave y por lo tano más lejana.

Nunca volví a recibir otro mensaje de Ed Wood. Tampoco sé quién es esa persona que escribió aquél mensaje que me llevó a investigar una serie de masacres ocurridas en un lugar donde unos hombres llamados zetas eran los que se arrastraban como serpientes.

(PRIMERA PARTE)


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Diego Enrique Osorno
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