Una de las ideas negativas sobre los derechos humanos es pensar que se utilizan para defender delincuentes, cuando en realidad son una herramienta para establecer límites democráticos con la ciudadanía, incluso con aquellos que hayan cometido un delito.
El cuidado de los derechos de las personas privadas de libertad, ya sea justificadamente o no, nos recuerda una de las ideas básicas de la defensa de la dignidad de toda persona.
Cada 18 de julio se conmemora el Día Internacional de Nelson Mandela, quien pasó 27 años en prisión.
Esta fecha busca promover condiciones de encarcelamiento dignas y sensibilizar acerca del hecho de que los reclusos siguen siendo parte integrante de la sociedad.
“No conocerás realmente un país hasta que se está en sus cárceles. No se debe juzgar a una nación por cómo trata a sus ciudadanos más destacados, sino a los más desfavorecidos”. Afirmó Mandela.
La ONU sostiene que existen tres problemas básicos en las cárceles: el aumento sostenido de la población, los graves costos socioeconómicos del encarcelamiento y la incapacidad de garantizar condiciones humanas para los reclusos.
¿Cómo mejorar la respuesta de la sociedad ante un delito? ¿Qué implica hacer justicia?
La primera clave, y más urgente, es cambiar las políticas sancionadoras y crear medidas sustitutivas del encarcelamiento.
Es decir, cambiar la opción de castigar por las posibilidades que ofrece la reparación del daño.
La idea y la práctica de sustituir el castigo por la restauración como respuesta al delito exige considerar todas las necesidades implicadas en la comisión de un hecho delictivo y que quedan insatisfechas con el hecho de poner a una persona en prisión.
Otras claves son el acceso a la justicia, ya que hay muchas personas presas que no han terminado el juicio; la gestión de las prisiones; y, la atención especializada a mujeres reclusas.
@perezyortiz