Fue un mes intenso de futbol de selecciones nacionales, que este domingo llegará a su fin, con dos grandes platillos para las finales: Inglaterra vs. España y Argentina vs. Colombia.
En Estados Unidos, la Copa América ha sido un éxito taquillero, un torneo aceptable futbolísticamente y una muestra de lo que puede ser en folclore el mundial de 2026. A diferencia de 1994, la infraestructura que presentan los estadounidenses para su segunda copa del mundo será mucho mejor. Los inmuebles que albergarán el mundial están listos, quizá la única incógnita es el Azteca de México, pero el resto de los estadios de Estados Unidos y Canadá, así como Guadalajara y Monterrey, están prácticamente listos.
La Copa América también exhibió los detalles, sensibles, en los que se tendrá que mejorar. Tres tópicos principalmente: el estado de las canchas, el cruento calor del verano y la seguridad.
Sobre el primer punto se trabajará mucho, la FIFA llega con medio año de antelación y supervisa desde ahora, lo que se tiene que llevar a cabo para dejar en condiciones la materia prima del gran escenario del futbol.
Respecto al clima, hay muy poco qué hacer porque el horario no solo no mejorará, sino que va a ser peor. En la Copa América se jugó en la tarde y cayendo la noche, durante el mundial se programará la mayor parte del calendario al mediodía para ajustarse al horario europeo.
Así fue en 1970, 1986 y 1994, los otros mundiales que se jugaron en México y Estados Unidos. Aunque la agenda “woke” pareciera insinuar que en antaño había un clima apacible y templado, y que hoy en día, es un infierno inhumano e insufrible, lo cierto es que entonces el sol era tan cancerígeno como ahora y practicar el deporte de alto rendimiento podía ser igual de agobiante también, sobre todo, en la altura de la ciudad de México.
Si acaso, un grado centígrado subió en promedio la temperatura ambiente desde entonces hasta ahora, aún con el atípico calor de 2024, que efectivamente ha sido un año muy caluroso. Como quiera que sea, no es lo ideal para el espectáculo jugar a esa temperatura… pero así será.
Lo que sí encendió las luces rojas es el tema de la violencia. Las imágenes del futbolista uruguayo Darwin Núñez en pleno zafarrancho en contra de aficionados colombianos al terminar el partido de semifinales entre Uruguay y Colombia, defendiendo a sus familiares de supuestas agresiones del público, es una importante alerta.
En 1994 la sangre no llegó al río durante el mundial de Estados Unidos, empero, en México 86 aún es recordada aquella crudísima batalla entre los hooligans y los barristas en el estadio Azteca durante los cuartos de final que enfrentaron a Inglaterra y Argentina, que aún tenían muy fresco el célebre conflicto por las Malvinas.
La seguridad puede ser la principal preocupación de la FIFA. Es un caldo de cultivo para la violencia: la fiesta del futbol con la multitudinaria presencia de latinos en un entorno de incurables cicatrices sociales.