Ni siquiera es necesario escribir sus nombres completos, con el apócope o el seudónimo basta. Chespirito y Joserra; Joserra y Chespirito, dos marcas icónicas de la televisión en habla española, se han puesto de moda al mismo tiempo gracias a las series que abordan su vida y obra.
La de Chespirito —Sin Querer Queriendo— es una biografía que recurre a la ficción de personajes para plasmar lo que ocurrió en la época de esplendor del famoso Chavo del Ocho y el resto de los personajes, mientras que la de Joserra —Protagonista— es un documental con los personajes de carne y hueso relatando su historia al lado del ilustre poblano.
Sobre los intríngulis de su vida y obra, abordarán sus respectivos programas y la crítica se encargará de medir el valor como producciones en ambos casos. No he visto la bioserie del legendario cómico mexicano y sólo pude ver una parte del primer capítulo del especial sobre el polémico presentador de deportes, pero esto no va sobre ello, ni sobre la polémica y morbo que se puede desprender de dichos programas, sino sobre el valor de honrar el legado de los próceres de la reina de los medios: la TV.
La figura de Roberto Gómez Bolaños trascendió México y es un referente de la televisión en el mundo, la de José Ramón Fernández no alcanzó esos niveles de popularidad internacional, empero, se trata del comentarista más controversial y disruptivo de México. El comentario deportivo es antes y después de él.
Dos genios que enaltecieron la industria del entretenimiento y que curiosamente surgieron de la misma empresa: la desaparecida Televisión Independiente de México (TIM). Roberto Gómez Bolaños del canal 8 en la capital del país y José Ramón Fernández del 3 de Puebla. Aquella cadena de televisoras propiedad del Grupo Monterrey, que al alimón con TelesistemaMexicano, darían paso a Televisa.
Pero, ¿qué tienen que ver los personajes en cuestión con usted, conmigo y con esta columna? ¡La pasión por el futbol!
En el caso de José Ramón, evidente y consustancial a su trabajo, en el de Chespirito, sin ser el background principal de su impronta, siempre estuvo presente en constantes alusiones e incluso en una película: El Chanfle.
Joserra era apasionado del Puebla, hasta que desaparecieron al equipo de la Franja en 1956. Chespirito lo era del Necaxa, hasta que desaparecieron a los electricistas en 1943, porque el futbol en México se hacía profesional. Después veredearon y pasaron por varias causas, incluyendo la del Guadalajara, hasta que ambos se asentaron en la televisora donde se harían leyendas. Canal 13 y Televisa, respectivamente. Pumas y América.
Sobre lo que se ha dicho y escrito de José Ramón Fernández, habrá quien lo haga desde la trinchera de la admiración o la relación personal, yo no. Al margen de un par de entrevistas que le pude hacer, hacia Joserra no era la admiración lo que me movía, era más bien la afición. Sí, afición por un comentarista.
En casa, mi padre que lo había visto desde que narraba al Puebla, a los Pericos y hasta las luchas de la cancha San Pedro en la televisión local, siempre me hizo saber que José Ramón Fernández era uno de los nuestros. Era justamente como el equipo camotero o los emplumados. No lo admirábamos, le íbamos a él.
Por eso, de poblano a poblano, no me resta más que decir: qué orgullo que exista José Ramón Fernández y qué orgullo que sea mi paisano.