Contó ayer Ismael Zambada, El Mayo: “empecé a involucrarme en las drogas ilegales en 1969, cuando tenía 19 años, y planté mariguana por primera vez”.
Calculó en millón y medio de kilos de cocaína lo que había traficado, y solo de ese producto (cifra imposible, por cierto). Relató: “tenía a mi servicio a un gran número de hombres armados… en última instancia, todos estaban bajo mi control”.
Y sí, admitió que como parte de su esquema criminal, sobornó a autoridades para obtener paso seguro para sus drogas: “policías, mandos militares y políticos”. Algunos compañeros llamaron como histórica esta declaración. No sé qué tanto. No es que no lo supiéramos y por declaraciones similares de otros narcos está en prisión García Luna.
Pero importaba para la segunda parte del show que encabezó la fiscal estadunidense, Pam Bondi, y buena parte del gabinete de seguridad de Estados Unidos celebrando que Zambada, el más grande y legendario de los capos mexicanos contemporáneos, pasará el resto de sus días en prisión.
Es inconmensurable, y no utilizo la palabra frívolamente, la violencia que Zambada y su organización han causado al país en estas décadas. Y el daño que ha hecho con su actividad a la sociedad estadunidense. Como lo hizo su compadre y tantos años socio, El Chapo Guzmán.
Pero los dos son reemplazables, como se lo dijo Zambada a don Julio Scherer hace muchos años. De hecho, ya están siendo reemplazados.
El problema es otro. La existencia, crecimiento y expansión de estas empresas criminales tienen su origen en la llamada guerra contra las drogas. Una que comenzó hace poco más de medio siglo cuando fue declarada por Richard Nixon y con algunas variantes, ninguna que importe demasiado, sigue conduciendo los esfuerzos estadunidenses y mexicanos contra la producción, distribución y consumo de esas sustancias.
La prohibición ha provocado la creación de estas enormes empresas criminales. No son cualquier cosa los 15 mil millones de dólares en bienes y propiedades que Zambada se comprometió a entregar a Estados Unidos como parte de su acuerdo, aunque falta que las autoridades localicen esos bienes, si es que existen.
La prohibición ha permitido a estas organizaciones crecer hacia otros mercados y, como vivimos todos los días en México, otras actividades. Como en Estados Unidos se consumen otras cosas, no las que sembraba El Mayo joven.
El show de Zambada terminó. Ya hay otros en su lugar. La estúpida guerra contra las drogas seguirá dando.