Se acabaron los debates y terminan las campañas. Viene la reflexión y el voto. A una semana de las elecciones presidenciales, a prueba estará no solo la solidez de nuestras vilipendiadas “instituciones democráticas”, sino la vocación democrática de las principales candidatas, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.
En ciencia política solemos poner más atención a las “instituciones”, en tanto reglas impersonales, que al concreto actuar de las personas que ejercen el poder. Las instituciones importan, por supuesto, pero ninguna institución aguanta la constante erosión por parte de políticos anti-democráticos. Ejemplos sobran: Trump, en EEUU; Erdogan, en Turquía, Orbán, en Hungría.
El libro Cómo mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, es multicitado por su enfoque en el fortalecimiento institucional. Sin embargo, sus lecciones más valiosas -y mucho menos discutidas- son sobre la importancia de las personas y su “vena democrática”.
Para Levitsky y Ziblatt, son tres los principales rasgos de líderes demócratas: tolerancia, moderación y autocontrol. Se dice fácil, pero son pocos los personajes históricos que las combinan.
Un líder democrático trata a sus opositores como adversarios temporales, no como enemigos permanentes. Entiende que en democracia no se gana todo, ni se pierde todo. Sabe que el juego democrático es de alternancias, por ello es mesurado en el ejercicio del poder; es temporal.
Un demócrata prefiere negociar, aunque tenga mayorías para avasallar. Cede, aunque pueda atropellar. Respeta y escucha, pudiendo ignorar. No usa todo su poder, lo administra y prefiere convencer. Un político virtuoso alterna fuerza con sagacidad. Opta por el cambio y la mejora paulatinas, antes que la “disrupción” heroica. Construye instituciones y contrapesos. Es moderado en la victoria y generoso en la derrota.
Nos acercamos al 2 de junio y es fundamental recordar que la estabilidad de nuestra joven democracia está en manos de quienes, con su actuar diario, eligen construir puentes en lugar de cavar trincheras. De la moderación en la victoria y la generosidad en la derrota solo serán responsables Claudia y Xóchitl; Xóchitl y Claudia. Viva la democracia.