Ante la terrible pandemia del covid-19, los sistemas educativos deben dejar de fingirque “aquí no pasa nada” y que las dinámicas deben ser las mismas que antes, solo que ahora online. Todo ha pasado y todo ha cambiado. Es un absurdo pensar que se van a cumplir los programas y sus objetivos de aprendizaje de manera normal, ante lo que estamos viviendo “allá afuera”. Si ya de por sí muchos expertos afirman que los planes y programas de educación básica en México son demasiado extensos aun en circunstancias normales, ante la pandemia son francamente incumplibles.
A nivel global 1,600 millones de niñas y niños están fuera de las aulas. En México son más de 36 millones de estudiantes y 2 millones de docentes. Ningún país del mundo estaba preparado para una transición tan abrupta y disruptiva, pero esta crisis les pegará mas fuerte a los países en vías de desarrollo, como el nuestro.
Esta semana, el programa de Webinars de la Universidad de Guadalajara (UdeG) dedicó su edición justo a este importante tema: El aprendizaje de los niños en tiempos de encierro. Las y los especialistas Fernando Reimers (Harvard), Blanca Heredia (CIDE), Marco Fernández (Tec de Monterrey) y Lizette Ramos (UdeG) discutieron el urgente desafío de educar en casa, delineando problemáticas y propuestas.
Una de las recomendaciones en las que coincidieron es fundamental: Lo primero que debemos hacer como directivos, docentes y padres de familia es ser sensatos y aceptar que no son tiempos normales, son tiempos extraordinarios que reclaman empatía, sensibilidad y flexibilidad. Dentro de esta anormalidad debemos ser creativos y estratégicos, reduciendo contenidos y priorizando los aprendizajes significativos.
Es el peor momento para pensar que la “continuidad educativa” significa sobrecargar de tareas y reportes a las niñas y los niños, aumentando su estrés y el de sus padres. Todos los actores debemos adaptarnos, comenzando por las autoridades educativas.
Trasladar la educación al hogar ha alterado profundamente las dinámicas personales y familiares, los horarios, la ansiedad, el sueño. Nada es igual. Necesitamos sensatez y empatía para afrontar la crisis.