Hace ya buen rato la gastronomía ha sido considerada como ciencia de estudio, siendo interconectada con ramas como la medicina, química, economía, sociología, antropología, agronomía, entre otras, llegando a puntos o conclusiones que resultarían muy acertados o benéficos para el consumidor. Aunque esto solo ha quedado en buenas intenciones, las actuales campañas en contra de la desnutrición o malnutrición en el país dan cuenta de ello. Y hablamos de “desnutrición” y “malnutrición” por separado, puesto que la primera es falta de nutrientes y la segunda consta de una alimentación mal balanceada, pero que ambas han ocasionado una transformación en la manera de percibir la forma en que nos alimentamos.
No dudamos en aseverar que el uso de la “gastronomía” ha sido utilizado como arma de la mercadotecnia, esperando no se lo tomen a mal los mercadólogos. Ya que es común ver, hoy en día, productos del afamado “osito Bimbo” que dicen ser artesanales o de importación, empacados de manera diferente y ofertados como “saludables”. Por otra parte, tenemos aquella moda de los productos “orgánicos”, libres de agentes químicos y conservadores, pero que evidentemente decayeron por ser de altos precios y sabor pobre. Campañas publicitarias han venido y se han ido, todas aprovechando un supuesto impulso a la gastronomía, pero han fallado, si alguien lo duda que explique el ¿por qué tenemos problemas de obesidad y los dos antes mencionados? Obviamente nos han obligado a dejar atrás tradiciones culinarias, rezagando ingredientes, homogeneizando hábitos alimenticios y ofertando productos impuestos como “adecuados” o “sabrosos”.
El sentido del plato, sus componentes, lugar de procedencia y modernidad, son aspectos para tratar muy enérgicamente, ya que no solo está en juego nuestro pasado alimentario, sino también el futuro de este, la cantidad de padecimientos o enfermedades que se pueden evitar al llevar a cabo una dieta adecuada, además del impulso al campo. Por ejemplo, con apoyo al cultivo de productos con los componentes nutrimentales que hoy en día son necesarios para acabar con los males hoy en día presentes en nuestra sociedad.
Pero como dice el título, “la gastronomía a las aulas”, no estamos en posibilidades económicas para pensar en los logros restauranteros, estamos en el momento de virar el barco y mirar al ciudadano promedio y más abajo, para no solo apoyar con una cucharada más sino además enriquecer nuestros platillos, basándolos en historia y tradición, ya que no me dejarán mentir al decirles que en el siglo XIX los problemas de obesidad estaban destinados a los párrocos o sacerdotes y a los gobernantes, en ese aspecto la mayoría del pueblo gozaba de buena salud.