Herman Melville (Nueva York, 1819-1891) es creador de la obra maestra Moby Dick. Esta novela está narrada en primera persona por Ismael, un joven personaje de unos 20 años en busca de aventuras. Para ello se dirige a la isla de Nantucket, centro de caza ballenera en Massachussets, Estados Unidos. Una vez allí, Ismael decide que se embarcarán en El Pequod. En la ausencia misteriosa del capitán, el barco se hace a la mar bajo el comando de Starbucks.
Tras unos días en altamar, finalmente aparece en cubierta el capitán Ahab, cuyos rasgos sorprenden a los marinos: una cicatriz en su cara, altos niveles de nerviosismo y una pata de palo que sustituye su pierna izquierda.
La razón de su ansiedad radica en su necesidad de cobrar venganza. Ahab confiesa sus motivaciones, en medio de un discurso sentimental y pasional que contagia a casi toda la tripulación. El legendario cachalote le había arrancado la pierna izquierda y lo convirtió en un “lisiado” en medio de una lucha fatigante. Como venganza, ahora el capitán debía dar muerte a la bestia.
Ahab convence a casi todos, menos a su primer oficial al mando, Starbucks, quien nota de inmediato la irracional y peligrosa pasión del capitán, empeñado en vengarse de un ser movido por el instinto de supervivencia. Sordo a cualquier razonamiento, el capitán Ahab dirige la nave hacia aguas turbulentas. Por ese camino se producirá el encuentro final entre Moby Dick y el Pequod. El capitán Ahab se encuentra secuestrado por una sed de venganza que es alimentada por pasiones oscuras.
Los jueces de la Suprema Corte de Justicia de la Nación tienen sobre sus escritorios una oferta que se tiene que enfrentar. Renunciar a su puesto y así conservar sus pensiones. O arriesgarse a competir en una elección en la que muy probablemente perderán estos beneficios. Si esto suena a una extorsión no tan sutil, es porque lo es.
Morena se encuentra embriagado por el mayor triunfo electoral desde que México comenzó a tener elecciones competitivas. Minimizar la transparencia pública para ser supervisada bajo el paraguas de las autoridades políticas; mayores riesgos para la inversión; y un papel más intrusivo de los militares en la seguridad pública. Todo en nombre de la democracia, la defensa del pueblo y la lucha contra el neoliberalismo, ¡por supuesto! Son cambios que van en la dirección opuesta a lo que la nación necesita y alimentan mayor incertidumbre a la presidencia de Claudia Sheinbaum. La reforma judicial del presidente López Obrador es una venganza por resoluciones pasadas, a la Guardia Nacional y la industria eléctrica, que no fueron de su agrado. Para los populistas no hay puntos intermedios: o eres amigo del “proyecto” o te conviertes en enemigo de él.
Al igual que López Obrador, Ahab es quizá una de las más claras expresiones literarias del líder carismático y la construcción de un orden autoritario. Ahab logra cautivar a la mayoría de su tripulación con un discurso encendido y sentimental. Para asegurarse el favor de los suyos, también ofrece un doblón de oro español. Adhesión afectiva y recompensa: la mesa está servida. Amor con amor se paga.
La “vendetta” individual se legitima en el imaginario colectivo como un mito con promesa de redención. Para el capitán Ahab, Moby Dick es la encarnación del mal, del cual se siente víctima y victimario, igual que para AMLO la clase media alta y el sector empresarial, etiquetados como la mafia del poder.
¿Qué porcentaje de la ciudadanía representa una contraposición a lo manifestado? En Moby Dick, Starbucks representa lo opuesto, el único que parece consciente del sinsentido de la empresa, vemos cómo el capitán absolutiza de tal modo su propósito que no le importa sacrificar a los suyos. Así sucede con la viciada reforma judicial y las repercusiones que dañarán el destino del país.
La relación entre el bien y el mal queda invertida. El mal ya no reside en la bestia, sino en la persona, arrebatada del sentido común. El mal reside en la soberbia y la ambición humanas, cuando el hombre traspasa sus límites y juega a ser dios.