“La guerra no se gana con la victoria. (…) Uno de los bandos debe parar” ¿Por qué no nosotros? Este es solo un fragmento de Adiós a las Armas, de Ernest Hemingway, uno de los grandes autores estadounidenses del siglo XX que comenzó su carrera como periodista para el Kansas City Star, pero sus ansias de aventura y acción le llevaron a alistarse como conductor de ambulancias en la I Guerra Mundial. El verdadero salto de Hemingway a la primera línea literaria llegaría con Adiós a las Armas (1929).
La novela presenta el tema de la destrucción en la Primera Guerra Mundial, para concienciar a los lectores de que la guerra roba a las personas sus sentimientos más nobles. Cualquier guerra cobra su precio, trae consigo la destrucción de la vida humana en la tierra, así como de la psicología humana. Hemingway presenta con gran belleza que, si bien es bueno fantasear sobre la vida, la realidad siempre la destruye.
Por primera vez desde el inicio de la relación comercial con los Estados Unidos en 1994 y la firma del TLC (ahora conocido como T-MEC), algo profundo e irreversible ha ocurrido entre Washington y Ciudad de México. Todo se traduce en la llamada “insurrección de California”.
La presidenta Claudia Sheinbaum fue señalada de incitar protestas contra políticas estadounidenses sobre las remesas. Todo esto acompañado de expresiones burlonas del líder del senado. Ante esta provocación, el senador Eric Schmitt promovió una legislación para elevar el impuesto a las remesas a México de 3.5% a 15%.
Aunado a esto, el punto de inflexión geopolítico llegó con la imposición de una reforma judicial radical, mal organizada, viciada de corrupción en su origen y con tintes de delincuencia, impulsada por el ala dura morenista para permitir la elección popular de jueces y magistrados.
Desde la perspectiva estadunidense, esta iniciativa desmantela la independencia judicial. Se atribuye a Álvaro Obregón la frase de que en política no se cometen errores; se comete un error y todo lo demás son consecuencias. En política exterior el lenguaje es crucial. Sheinbaum debe de entender que actualmente es presidente de la República y no líder de oposición, y que toda palabra que salga de su boca tiene consecuencias.
La riqueza de adiós a las armas se da en las sensaciones de los soldados y el dolor que deja la guerra. Quizá esta guerra no sea ganable, quizá sea eterna.