La suerte está echada. Los mecanismos que forjaron el poder en este país a lo largo de 90 años son los mismos que ahora consolidan una perspectiva incuestionable del ejercicio público, opuesta a la maldad administrativa que puso mucho en manos de muy pocos. La polarización es innegable: entre el activismo de redes que pregona incendiariamente “o estás conmigo o estás en mi contra”, una fracasada tecnocracia que ha terminado ideologizándose en el credo anti-neoliberal, una masa ciega, liberada de sus miedos que la ataban (según) al dogma político del “más vale malo conocido”, impulsada por el rencor hacia quienes nos condenaron sempiternamente a la desesperanza; una oposición debilitada en el propio anquilosamiento de su discurso moralino y centrado en la idea de un dios recalcitrante que odia a gays, lesbianas, trans y que condena el aborto nomás hasta que el joven de la casa embaraza a la “muchacha”, los candidatos se enfrentan en una lucha que no representa nada más que el poder por el poder.
Quien resulte gobernante terminará haciendo lo que el poderoso se dedica a hacer: lo ya establecido, lo que permita el presupuesto. Y tendremos justificaciones centradas, claro, en el futuro: lo bueno siempre está por llegar; y en el pasado, también: lo malo de antes es tan grande que necesitamos tiempo, un proyecto sempiterno, como contra el que luchamos originalmente. Don H ha traído el periódico a mi casa desde que tengo memoria. Parece usar el mismo sombrero afelpado desde hace 30 años. Diario camina una buena parte de la ciudad. Ha recibido propaganda y discursos de todos los partidos. Todos le han dicho que verán su caso: no se puede vivir con tan poco. Nadie le ha cumplido. Ya ni vota.
@eljalf