Un grupo de personas marchó el viernes por la Condesa y la Roma con mucho enojo y frustración ante lo que consideran una invasión estadunidense. Vaya reclamo el que algunos hicieron en una taquería que de gringa no tiene nada. Destrozos, vidrios rotos y agresión.
La nota fue cubierta y transmitida en todos los noticiarios, incluido el que me enorgullece encabezar. Pocos minutos después de su transmisión comencé a recibir comentarios considerando que no se trataba de desplazados por la “gentrificación” y dudaban de su organización, que de un reclamo probablemente legítimo terminó en actos de vandalismo y xenofobia.
Sorprendió la respuesta del gobierno capitalino esa misma noche, compartiendo su rechazo a la gentrificación y líneas más adelante condenando la agresión y la xenofobia.
Un gobierno no puede estar “en contra” de un fenómeno mundial. Ciudad de México no es la única que enfrenta una llegada masiva de extranjeros con mayor poder adquisitivo que desplazan a los habitantes, ni lo son solo la Condesa y la Roma.
Qué decir de Polanco, ¿nadie ahí está inconforme con la gentrificación? ¿No los invitaron a la marcha? O será que esa zona no es del interés del gobierno capitalino.
Al día siguiente de la dudosa manifestación, se viralizó un video que cayó como anillo al dedo: una extranjera racista, irrespetuosa y déspota en un Mercedes, insultando con desprecio a un oficial de tránsito que solo estaba haciendo su trabajo.
Todo cuadró entonces. Una extranjera, gritando “odio a los negros como tú”. La escena enfurece y valida el reclamo del día anterior.
Sin embargo, ni todos los extranjeros que están tomando esas zonas son como la señora, apodada Lady Racista, ni todos los inconformes con la gentrificación quieren destruir negocios de mexicanos como ¡El Califa!
Gobierno capitalino y gobierno federal salieron a toda prisa a decir que ya trabajan en planes para solucionar o intentar solucionar la problemática. Soluciones poco efectivas para quienes desde hace décadas habitan en las zonas en discordia. Pero que podrían redituar en votos en otros sectores posiblemente beneficiados. A dos años de 2027, cuando se renuevan alcaldías y el Congreso capitalino.
El reclamo es legítimo, el racismo es condenable y urge una solución de política pública ante la gentrificación, pero resultan muy extrañas las coincidencias al respecto.