Mucho se ha dicho sobre el desfalco millonario que dejó Rafael Moreno Valle durante su paso por el gobierno del estado entre 2011 y 2017. Aquel discurso de hacer grandes obras “sin pedir un solo peso prestado”, fue pura mentira. El capricho de inmortalizarse en construcciones faraónicas nos salió carísimo. Obsesionado con dejar huella en forma de concreto, cristal y acero, con el tiempo ese legado fue una bomba de tiempo disfrazada de progreso.
Detrás de las grandes obras como el Museo Internacional del Barroco, Ciudad Modelo, el (mini) Teleférico, la Estrella de Puebla, las plataformas para Audi y más, había mucha ambición y al mismo tiempo, trampa. Asociaciones Público-Privadas, las famosas APP, que terminaron costando diez veces más de lo prometido. Obras vendidas como vanguardia, pero contratadas en lo oscurito, con cláusulas de pagos a 30 años, empresas fantasma, y cifras maquilladas para que todo pareciera legal.
Pero ni Miguel Barbosa y menos Sergio Céspedes, se atrevieron a investigar.
El primero prefirió pelearse con medio mundo antes que levantar alfombras; el segundo, que incluso formó parte del morenovallismo, optó por la prudencia o por la complicidad pasiva.
Si hubieran querido investigar, lo habrían hecho.
Si hubieran querido detener los pagos, lo habrían intentado.
Si hubieran querido señalar responsables, tendríamos más de un político rindiendo cuentas ante la justicia. Pero no.
Hoy, el gobernador Alejandro Armenta, decidió abrir el expediente. Saca la lupa, revisa contratos y encuentra un boquete financiero de 17 mil millones de pesos en deuda pública. Él lo llama “el saqueo del siglo” y no le falta razón.
Porque no fue una obra ni dos. Fue todo un modelo de negocio, una maquinaria aceitada desde el poder para beneficiar a unos cuantos y cargarle la cuenta al pueblo. Y mientras tanto, los beneficiarios siguen libres, algunos muy cómodos en nuevas trincheras políticas.
El gobierno de Armenta logró cancelar el pago multimillonario del Barroco pero él mismo dijo que “aún hay compromisos financieros vigentes hasta 2032”.
Y es que una cosa es que ya no se pague el museo y otra que sigamos premiando a quienes firmaron los cheques, avalaron los sobreprecios y callaron mientras se abrían los hoyos financieros.
La corrupción no se construyó sola y el saqueo no fue obra de un solo hombre.