Cultura

No sé cómo titular este artículo | Por David Toscana

Toscanadas

Diversos narraciones provenientes del Imperio bizantino abordan sin pudor la excreción fecal. Aunque llamen la atención estas descriptivas referencias, hay que recordar que se trata de un proceso biológico completamente normal.

Los cronistas bizantinos tuvieron inclinación por poner en el centro de la historia cierto proceso del cuerpo que, pese a ser muy cotidiano, suele omitirse por mor de la fineza. Mencionaré unos cuantos ejemplos. Que el lector me perdone.

Arrio fue un obispo que allá en el siglo cuarto defendió una idea en apariencia muy plausible. Que Jesucristo, al ser hijo del Padre, fue creado por éste. Por lo tanto, primero fue el Padre y después el Hijo. Pero tal enseñanza irritó al Todopoderoso, de modo que le provocó al bueno de Arrio unas enormes ganas de ir a la letrina cuando se hallaba en Constantinopla, y ahí le vació las entrañas. Por si no bastara con la narración, hubo artistas medievales que pintaron la escena.

Constantino V vivió cincuentaisiete años. Fue emperador bizantino desde 741 hasta su muerte, en 775. Toda la vida cargó con el deshonroso sobrenombre de Coprónimo. ¿Por qué? Esto nos lo cuenta el monje y cronista Teófanes el Confesor. “Una terrible y pestilente señal se manifestó en su mera infancia, pues defecó en la pila bautismal, tal como lo afirmaron los testigos. Entonces el patriarca Germano declaró proféticamente que esa señal denotaba que un gran perjuicio le sobrevendría a la Iglesia y a los cristianos por culpa de Constantino. Hay que decir que Constantino apoyó la iconoclastia.

A Andrónico I Comneno se le cumplió el deseo de convertirse en emperador a la edad de sesentaicinco años. Antes tuvo que mandar ahorcar con una cuerda de arco al emperador en funciones, un niño de once años. Durante su ceremonia de coronación, en vez de pasear en su caballo con pompa y circunstancia por las calles de Constantinopla, azuzó al animal para apresurarse al palacio. Cuenta el historiador Nicetas Coniata que “debido a la tensión de todo el día y la fatiga causada por el agobio de los adornos imperiales, el anciano no pudo contener las heces de sus intestinos por más tiempo y excretó en sus pantalones”.

Hay otra historia en la que los bizantinos asedian una ciudad. Una anciana sube a la muralla, los insulta, se sube las enaguas, muestra el trasero y les dispara sus deyecciones. Un arquero bizantino le lanza una flecha y mejor no cuento por dónde le entró.

Hay historias de profanaciones de templos con estos materiales, humanos o animales. Emperadores que envían excremento de caballo como regalo a sus enemigos. Gente que huye de sus captores fingiendo diarrea, otros que se ocultan en letrinas.

Ya no menciono algunos castigos y torturas, ni detallo ciertas cosas que ocurrían durante los largos asedios.

Y por cierto, el pobre de Andrónico murió linchado, lo cortaron en pedazos, y en el proceso le arrojaron esas deposiciones que son asunto de este artículo. De éste solamente, porque ya no me ocuparé del tema.

AQ

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.notivox.com.mx/cultura/laberinto
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