Cada uno mira el mundo de acuerdo a sus experiencias. En este momento, mientras paso por un doloroso pero necesario proceso postoperatorio, veo que un conjunto de dioses vestidos de blanco (pero también de azul o de amarillo) se agitan en el aire. Su objetivo es que una pelota de seis centímetros y medio con un peso de cincuenta y seis gramos perfore el espacio rival. Los jugadores de tenis cumplen con un ritual en el altar de una cancha rectangular. Están solos y enfrentados a un destino siempre vulnerable. La raqueta es la única arma que tienen frente a la amenaza de la invasión. Es una historia antigua. La guerra por el espacio.

Mientras aparecen estos dioses de apellidos diversos —Fritz, Zverev, Mboko, Keys, Rybakina, Shelton—, en el torneo de Cincinnati, mientras persisten mis dolores en la rodilla, mido el prodigio de ver que tantas personas a mi alrededor son capaces de moverse, de correr, de reaccionar, de enviar reveses, con tal de no morir acribillados. El tenis aparece siempre como una geometría en movimiento dentro de un terreno fijo. La relación entre la velocidad de la pelota y la inmovilidad de las líneas es el secreto de su atractivo. El jugador que encuentre un espacio vacío y momentáneo en ese universo va a prevalecer.
El tenis, como cualquier deporte, es la delimitación de un espacio y un tiempo cerrados que anula la presencia del tiempo y el espacio de afuera. En ese sentido, en el de crear un universo propio, se parece al arte. La gran diferencia es que en el deporte hay un ganador, es decir una competencia, una idea ajena a cualquier artista.
"En el momento en que el tenista lanza magistralmente su bala, le posee una inocencia totalmente animal", dice un verso de César Vallejo. Los escritores se sienten siempre cerca de los tenistas pues es un deporte que, al igual que la literatura, se practica en la soledad. Es por eso que algunas jugadoras como Martina Navratilova escribieron novelas y escritores como Antonio Skármeta relacionaron la atracción amorosa con el juego en su simpática novela Match Ball.
Uno recuerda también el origen francés del deporte. Tenis es la actualización de tenez ("tenla"), palabra que decía el jugador al sacar. Los puntajes de quince, treinta, cuarenta, se deben a que no se encontraron a la mano otros números para llevar la cuenta en los primeros partidos. Herencia del antiguo jeu de paume que difundió el rey Luis X, el tenis usa otros términos galos como deuce. La palabra love viene de oeuf, es decir "huevo", para aludir a la forma del cero. Como ha ocurrido muchas veces, los franceses inventaron algo que luego los ingleses organizaron y difundieron.
Pienso en todo esto mientras veo a Shelton alzar una pelota en el aire, y disparar hacia un lugar de su mente. Mirar el movimiento desde la inmovilidad me resulta una invitación a la vida. Volar es una antigua ambición que los artistas y los deportistas cumplen por nosotros. Allí vamos. ¿Vamos?
AQ