La capilla del Angelito Negro 666, en la que se veneraba a la Santa Muerte y al Ángel Negro, tiene siete años de existencia en la colonia La Loma, en el norte de Pachuca.
La fama de este lugar trascendió las fronteras nacionales e internacionales por tratarse del sitio donde fueron torturados y asesinados dos agentes de investigación adscritos al sistema de protección a mujeres, de la Procuraduría General de Justicia de Hidalgo.
¿Qué se sabe del lugar?
El dueño del recinto es Víctor, conocido como El Padrino. En la capilla se realizaban lecturas de cartas, limpias, amarres y todo tipo de trabajos; se veneraba a la Santa Muerte y se llevaban a cabo cultos o misas encabezadas por él. El sitio está hoy asegurado por las autoridades judiciales del estado.
Al cruzar el zaguán negro de acceso a la calle, del lado izquierdo había un local en el que se vendían veladoras. Unos pasos más adelante, al frente, está la entrada principal a la capilla: la puerta es de madera con contornos de metal pintados de negro.
La capilla tiene cuatro altares. El primero se encuentra en la entrada; ahí se veneraba a la Santa Muerte. Hay dos imágenes grandes de ella, un par más de menor tamaño y bancas. Se realizaban ritos de purificación todos los sábados a las 18:00 horas. La entrada no tenía costo para los fieles ni para los vecinos.
Del lado derecho está el altar a Jesús Malverde, identificado como patrono de los narcotraficantes: una imagen del tamaño de una persona, con sombrero y sarape blanco. A su lado hay una imagen pequeña de él y dos imágenes más de la Santa Muerte, a las cuales los fieles llamaban las niñas de la libertad, pues la gente les pedía por aquellos que se encontraban en prisión o que estaban fuera de casa por algún problema.

Hay una habitación en la que se daba consulta a las personas, como la lectura de cartas. El lugar, en el que hay una mesa y sillas, está pintado de negro con imágenes de la Santa Muerte y el diablo.
Unos escalones de loseta café llevan al segundo piso. En la pared hay otra imagen de la Santa Muerte con alas, otra niña de la libertad. Tras subir los escalones, al fondo se encuentra el tercer altar, dedicado a Belcebú: una imagen con rostro humano, de color negro, saco blanco y cuernos, hecha por Víctor.
Al dejar atrás a Belcebú, del lado derecho está el cuarto y último altar, el que da nombre a la capilla: el altar del Angelito Negro 666, justo el número con el que en los pasajes bíblicos se identifica a la bestia o el anticristo. Es una sala amplia con las paredes negras.
Aquí, rodeado de imágenes de la Santa Muerte, hay una figura de color negro sentada en una silla, con garras, vestida de mariachi, de cuya frente salen cuernos tipo borrego cimarrón: el Angelito Negro, llamado por sus fieles el patrón. Acá es donde se hacían las misas negras, un ritual considerado un culto a Satanás.

Silencio en la zona
La Loma es la colonia sede de este singular culto satánico, cuyo edificio está en este momento asegurado por la Procuraduría de Justicia como parte de la investigación por el homicidio de los dos agentes.
Ubicada en el noroeste de Pachuca, es una zona salpicada de casas en obra negra, principalmente marginal, con calles de terracería irregulares que no conocen la cinta asfáltica ni las banquetas.
Acá hay temor y hermetismo entre los habitantes. Nadie quiere hablar de la capilla Angelito Negro 666. Los vecinos no dudan en cerrar intempestivamente la puerta a la hora de ser cuestionados sobre las actividades en el lugar.
A un costado del inmueble hay una casa sin terminar, le siguen dos más. La respuesta de los inquilinos: el silencio.
Dentro de una camioneta, dos policías municipales resguardan la capilla. Una cinta amarilla con la leyenda "Prohibido el paso" atraviesa el zaguán negro de lado a lado. La puerta tiene un sello de “Inmueble asegurado” por la Unidad Especializada en Homicidios y Narcomenudeo.
“Ninguno de los vecinos queremos decir nada”, responde una joven mujer desde la puerta de su casa y se vuelve a meter. Otra mujer asegura, detrás de su puerta, que no sabe nada y que ella casi no está en su domicilio. Ambas casas están a la vuelta de la esquina de la capilla.
Las pocas personas que se atreven a hablar sobre la capilla lo hacen bajo el anonimato, presas del miedo y de que algo les pueda pasar.
Cuentan que en ese lugar hacían sacrificios de cabras, borregos, gatos y perros, y que luego eran tirados ahí cerca.
Dicen que hacían bailes, que disparaban armas de fuego al aire, que los fieles no eran de la colonia, que eran hombres tipo cholos, con tatuajes, de pelo largo, que sembraron el miedo, que autos último modelo llegaban siempre al lugar, que no se sienten seguros por la capilla, que ojalá que las autoridades la quiten, que si eso les hicieron a los agentes de investigación, qué se puede esperar que les hagan a ellos.
El culto
En las misas negras, los fieles del Angelito Negro 666 vestían túnicas guindas y oscuras que les cubrían el rostro. Se ponían de rodillas frente a la imagen. Hacían un pacto: le entregaban su alma.
En una misa negra de hace un tiempo, según imágenes que han circulado, un hombre —de quien no se ve el rostro y no se sabe su nombre— reza frente a la imagen del Angelito Negro.
Lo hace en voz alta y los fieles repiten sus palabras:
—He renunciado a Dios —dice el hombre, y los fieles repiten esa línea en coro.
—A todo lo que es santo y sagrado —continúa, y los fieles le siguen.
—He renunciado a la iglesia —la letanía se repite.
—A los ministros y pastores —dice la voz del hombre, y enseguida se oye a los presentes.
—A cambio de que mi alma se funda con la tuya —continúa la voz, y también los fieles.
Otro hombre camina alrededor de los presentes y del Angelito Negro. En la mano derecha lleva una copa y de ella sale un incienso gris que se eleva a lo alto.
Los rezos siguen frente al Angelito Negro; detrás de él hay veladoras encendidas e imágenes de la Santa Muerte. Esta es una misa negra en medio de la noche.

Antes de la detención de Víctor y el cierre de la capilla, había planes en la mente de El Padrino. Su idea era ampliar la capilla en un terreno que está al lado. Los fieles del Angelito Negro eran tantos que ya no cabían en el lugar.
Los planes de Víctor se vinieron abajo el 6 de julio, luego de ser detenido junto a tres personas más. La capilla fue cerrada. Los fieles ya no visitan al Angelito Negro 666 ni rezan frente a él.
El crimen contra los agentes
Paulino, con el rostro desfigurado, cortes de navaja, el cuerpo golpeado y el intestino dañado, declaró en la clínica lo que había sucedido ese día en la capilla del Angelito Negro 666. Vicente, con la cara irreconocible, las costillas rotas y un dolor punzante, no pudo hablar en el hospital; tenía un tubo conectado a la boca y la ropa ensangrentada.
Vicente y Paulino, agentes de investigación de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo, fueron secuestrados y torturados durante alrededor de 15 horas por tres hombres, una mujer y dos sujetos más, fieles de esta secta en Pachuca.
Vicente fue el primero en morir; al día siguiente, el corazón de Paulino dejó de latir.
El sábado 5 de julio, Paulino Castañeda Aguilar, agente de la División de Investigación, y el jefe de grupo, Vicente Monroy Ballesteros, adscritos al Centro de Justicia para Mujeres, fueron comisionados para entregar a un hombre llamado Víctor una notificación de orden de restricción en favor de su esposa.
La mujer, de quien no se ha revelado su identidad, declaró al Ministerio Público del Centro de Justicia para Mujeres que su esposo la había golpeado, estaba drogado y tenía un arma de fuego.
Paulino y Vicente —este último era únicamente el encargado de los separos del Centro de Justicia— acudieron a entregar la notificación de la orden de restricción a la capilla del Angelito Negro 666, ubicada en la calle Valle de Luz, de la colonia La Loma, en Pachuca.
Paulino iba armado; Vicente no.
A las tres de la tarde, los dos agentes llegaron en un auto Nissan Versa, color gris, a la capilla de dos plantas, pintada de rojo ladrillo, con una imagen de la muerte pintada en una de las paredes, un zaguán negro y una campana como timbre.
Un hombre les abrió la puerta y los hizo pasar.

Víctor llegó ante ellos, y fue Paulino quien le informó que acudían a entregarle una orden de restricción para que no se acercara a su esposa, y le pidió que firmara el documento.
Víctor, con varios hombres a su lado, le arrebató el papel, lo rompió y le dijo:
"¡No sabes a dónde se vinieron a meter, de aquí ya no salen vivos!"
Los hombres se fueron encima de los agentes a golpes y desarmaron a Paulino. Cerraron el zaguán y los metieron a la capilla para seguirlos golpeando durante la tarde, noche y madrugada.
Los puños y pies de los hombres se estrellaron con fuerza una y otra vez en la cabeza, el tórax, los brazos, el abdomen y las piernas de los dos agentes: Vicente, de 63 años, y Paulino, de 53.
Ambos fueron torturados. Con Vicente se ensañaron en sus pies. A los dos les hicieron cortes con navajas y cuchillos en distintas partes del cuerpo. Sus rostros terminaron ensangrentados y desfigurados.
Alerta de desaparición
Al no regresar los agentes al Centro de Justicia para Mujeres donde laboraban, se informó a la comandante del grupo de investigación, Patricia Moya Domínguez, quien supuestamente ordenó que fueran castigados al día siguiente. Según los testimonios, se encontraba en una fiesta.
La familia de Paulino no lo buscó porque llevaba tres días seguidos trabajando y pensaron que continuaba así. Los familiares de Vicente tuvieron comunicación con él a la una de la tarde; a las siete de la noche ya no respondió más el teléfono celular.
Acudieron al Centro de Justicia a las dos de la mañana a preguntar por Vicente y de ahí los mandaron a la Procuraduría, en donde una guardia les dijo, a las tres de la madrugada, que no eran horas para andarlo buscando. Quedaron en avisarles cuando supieran de él.
Los fieles de la capilla del Angelito Negro 666, encabezados por su líder, Víctor, alias El Padrino, urdieron entonces un plan para cubrir la tortura de los agentes. Llamaron por teléfono a la Policía Estatal diciendo que habían detenido a dos secuestradores.
La idea era amarrar a uno de sus cómplices y meterlo al auto de los agentes, pues sería al que supuestamente iban a secuestrar. Pero los policías estatales llegaron antes.
Encontraron a los agentes en su auto, golpeados, aún con vida, y a los tres hombres y la mujer al interior de la capilla. Los policías estatales se dieron cuenta de que eran agentes de investigación por sus identificaciones y llamaron a la Procuraduría.

Al lugar llegaron elementos de la División de Investigación. Eran las seis de la mañana del domingo 6 de julio. Habían encontrado a sus compañeros 15 horas después de salir a entregar la notificación.
Vicente fue llevado en ambulancia al Hospital General de Pachuca; de ahí lo trasladaron a una clínica del ISSSTE. A Paulino lo llevaron en otra ambulancia primero también al ISSSTE y posteriormente a la clínica particular Intermédica.
Vicente murió cerca de las 13:00 horas del domingo y Paulino el lunes 7 de julio.
El jefe de grupo de la División de Investigación, Vicente Monroy, tenía 30 años trabajando en la Procuraduría y estaba a punto de iniciar los trámites para su jubilación y retirarse.
Vivía en el centro histórico de Pachuca y, por su edad, había sido destinado a un área administrativa en el Centro de Justicia para Mujeres. Dejó en vida a tres hijas y a su esposa.
Paulino Castañeda, agente de la División de Investigación, llevaba apenas cuatro meses en el Centro de Justicia para Mujeres. Residía en la colonia El Tezontle y tenía 25 años en la policía investigadora de la Procuraduría. Le faltaban cinco años para jubilarse. Dejó a una mujer viuda y a una hija huérfana de 12 años.
Vicente era de carácter fuerte, responsable con su trabajo, dedicado a su esposa e hijas, y le gustaban las armas. Paulino era un hombre de campo, apegado a su familia. Le gustaba lo que hacía: las charreadas, los jaripeos, el mariachi, la banda y las peleas de gallos.
¿Quiénes fueron los presuntos responsables?
Tres hombres y una mujer fueron detenidos el mismo 6 de julio en el interior de la capilla: Víctor 'N', Rafael 'N', Alan Javier 'N' y Miriam 'N'.
Fueron acusados de los delitos de secuestro agravado, delitos contra la salud en su modalidad de narcomenudeo en su hipótesis de posesión con fines de suministro, y posesión de cartuchos de uso exclusivo del Ejército, Armada y Fuerza Aérea.
Todos fueron identificados como practicantes de una secta. En el cateo a la capilla se encontraron metanfetaminas, cocaína y cannabis en bolsas tipo ziploc, además de cartuchos de diferentes calibres, de los cuales no contaban con la autorización respectiva.
Patricia Moya, comandante del grupo de investigación adscrito al Centro de Justicia para Mujeres, fue separada de sus funciones. Se inició una carpeta de investigación en su contra para determinar su responsabilidad en la notificación de orden de restricción de los dos agentes.

El presidente municipal de Pachuca, Jorge Reyes Hernández, señaló que la capilla del Angelito Negro 666 era un lugar clandestino. El sitio está resguardado por policías municipales y el alcalde aseguró que no se permitirá su reapertura.
En tanto, el encargado del despacho de la Procuraduría General de Justicia del estado, Francisco Fernández Hasbun, afirmó que habrá justicia tras lo sucedido a los dos agentes de investigación.
“El que se mete con Hidalgo la paga, se quisieron meter, la van a pagar y por mi cuenta corre. Aquí vamos a hacer justicia, esto no vuelve a suceder, hasta donde tope”, sentenció.
De acuerdo con el Ministerio Público, otros sujetos no identificados participaron en el secuestro de los dos agentes. Días después, el encargado del despacho de la Procuraduría dio a conocer que se detuvo a dos personas más, quienes participaron en la privación de la libertad y agresión de los agentes. Los detenidos suman seis en total.
Los tres hombres y la mujer detenidos, de acuerdo con el Ministerio Público, actuaron con dolo directo en la privación de la libertad con violencia de los dos agentes de investigación.
Luego de perder la vida víctimas de tortura, los cuerpos de los agentes de la Procuraduría fueron trasladados al Servicio Médico Forense de Pachuca para las necropsias.
Los peritos concluyeron que Vicente falleció a causa de un conjunto de traumatismo cráneo-torácico profundo. Paulino perdió la vida tras una infección abdominal grave, una septicemia provocada por las lesiones internas.
Sus cuerpos fueron sepultados lejos uno del otro.
MD