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México y Corea del Sur: Dos caminos, una lección educativa

  • Columna de Yael Karakowsky
  • México y Corea del Sur: Dos caminos, una lección educativa
  • Yael Karakowsky

México y Corea del Sur comparten puntos de partida que en ciertos momentos históricos fueron similares, pero han tomado rumbos muy distintos. Tras la Guerra de Corea en 1953, Corea del Sur era uno de los países más pobres del mundo. Su PIB per cápita era menor que el de México, y su infraestructura estaba devastada. México, en cambio, vivía una época de crecimiento estabilizador con un desarrollo industrial emergente.

Hoy, Corea del Sur es referente global en calidad educativa, innovación tecnológica y disciplina académica. Desafortunadamente, no podemos decir lo mismo de México.

Corea del Sur, influenciada por el confucianismo, cultivó una visión de la educación como un deber moral y un medio para elevarse socialmente. La figura del maestro se convirtió en algo profundamente respetado y el aprendizaje se convirtió en un compromiso de vida. Pero hay algo aún más relevante: la educación sirvió como un elemento de cohesión nacional. La familia, el Estado y la sociedad comparten una meta en común: elevar la formación de su población.

En México, si bien existe un respeto hacia la educación, éste no ha calado con la misma profundidad. Las desigualdades estructurales y la fragmentación social han provocado que el acceso a la calidad educativa se viva como un privilegio y no como un derecho humano. A diferencia de Corea del Sur, la figura del maestro ha sido politizada y desprestigiada.

En Corea del Sur, el gobierno apostó desde los años 60 por una educación alineada con el desarrollo industrial. Invirtieron en la capacitación de docentes, en la formación técnica y en más investigación. Japón lo hizo décadas antes tras la Segunda Guerra Mundial como parte de su reconstrucción nacional.

México ha aumentado su inversión en educación, pero gran parte de los recursos se destinan a gasto corriente, no a mejorar la calidad. La relación entre sistema educativo y desarrollo económico es débil: hay una desconexión entre lo que se enseña y lo que el país necesita.

Un factor clave en el éxito de Corea del Sur ha sido la continuidad de sus políticas educativas: la educación ha sido un proyecto de Estado, las reformas se basan en evidencia y se mantienen a pesar de los cambios de gobierno. México, en contraste, lleva décadas sufriendo. La educación, más que un objetivo común, ha sido un campo de disputa.

¿Qué podríamos hacer en México?

1. Impulsar una narrativa nacional que recupere el valor social del conocimiento, eleve la figura del maestro y refuerce el compromiso familiar con la escuela.

2. Dirigir mayor gasto hacia la formación docente continua y de calidad, y a que nuestros estudiantes pasen más horas en la escuela.

3. Enfocarnos en cerrar brechas para garantizar que el acceso a una educación de calidad no dependa del código postal en donde nacimos.

4. Fomentar proyectos como habilidades digitales e inglés de calidad. Iniciativas que empujen a que el sistema educativo sea realmente una palanca de movilidad social.

5. Y quizá idílico; crear acuerdos de Estado que protejan al sistema educativo.

Si Corea del Sur, devastada en los años 50, logró convertirse en potencia educativa, México también puede aspirar a una transformación profunda. Necesitamos una visión estratégica y un compromiso cultural que ponga a la educación en el centro del proyecto nacional.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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