Este año coincide con el 80 aniversario de la victoria de la Guerra Antifascista Mundial. Mientras muchos ponen su mirada en el desembarco en Normandía y el frente del océano Pacífico, cabe destacar una parte de la historia fácilmente ignorada por el mundo occidental: China, como el principal frente oriental, contribuyó significativamente a la victoria de la Guerra Antifascista Mundial con 14 años de indomable resistencia y sacrificios heroicos de decenas de millones de militares y civiles.
Resistencia prolongada: cambio del curso de la Segunda Guerra Mundial
La Guerra de Resistencia de China, como “la primera en empezar y la última en terminar”, reviste un significado mundial. En 1931, el Ejército Japonés de Kwantung lanzó un ataque sorpresa contra la Ciudad de Shenyang, provocando el Incidente del 18 de septiembre de 1931. Ocho años después, ocurrió la guerra relámpago de Alemania contra Polonia. Y 2 años más tarde, tuvo lugar el ataque a Pearl Harbor. Así se puede decir que el pueblo en el noreste de China hizo los primeros disparos para combatir contra los fascistas.
A lo largo de los 10 años previos al estallido de la Guerra del Pacífico, China era prácticamente el único beligerante de Japón y soportó en solitario toda la presión para resistir al fascismo japonés. Durante los 14 años colmados de conflagración bélica, las tropas chinas libraron 22 grandes batallas, más de 200 campañas importantes y cerca de 200 mil combates de diferentes escalas, destruyendo la frenética ilusión japonesa de “aniquilar China en tres meses”.
Pivote estratégico: contención de la expansión de las potencias del Eje en el principal frente oriental
En el frente oriental, China bloqueó las vías cruciales con las cuales las tropas japonesas y las alemanas e italianas podrían converger. Entre 1937 y 1945, Japón desplegó en promedio anual más del 70% de su fuerza terrestre en China, cifra que incluso superó el 90% en el año pico. Cuando estalló la Guerra del Pacífico, 35 divisiones de élite del ejército japonés se quedaban empantanadas en el frente de China. Así que, la armada japonesa no tuvo otro remedio que enfrentar al ejército estadounidense con fuerzas mermadas. El entonces presidente de EU, Franklin D. Roosevelt, subrayó en múltiples ocasiones la importancia del frente de China para la supervivencia y la victoria de los Aliados, argumentando que, sin China manteniendo la posición, Japón podría avanzar implacablemente por Birmania, estrangular la India, apoderarse de Australia y unir fuerzas con los Nazis en el Cáucaso. Rusia se quedaría aislada, se perderían los campos petroleros de Oriente Medio y EU correría grave peligro.
Los militares y civiles de China no solo realizaron luchas cruentas contra los invasores en su propio territorio, sino que también brindaron apoyo estratégico y fundamental a los Aliados. El puente aéreo conocido como “La Joroba”, que se proyectaba desde la Provincia de Yunnan, China, se convirtió en una vital línea estratégica de los Aliados, y el pueblo chino rescató a miles de pilotos estadounidenses derribados. Al mismo tiempo, el aceite de tung y el mineral de tungsteno de la cuenca del río Yangtsé se suministraron continuamente hacia las líneas de producción militar de los Aliados.
Piedra angular de la justicia: el orden posguerra basado en la paz
En el Año Nuevo de 1942, 26 países firmaron la Declaración de las Naciones Unidas en Washington, entre los cuales se figura China como signatario original junto con Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética. Este honor para China, en lugar de ser un gesto diplomático, es una recompensa merecida por el sacrificio de vida de decenas de millones de militares y civiles. Como estado fundador de la ONU y miembro permanente del Consejo de Seguridad, China propuso nuevas concepciones sobre el orden internacional inspirándose en sus experiencias de resistencia en la guerra. En la Conferencia de San Francisco, los delegados de China abogaron firmemente por el principio de la autodeterminación de los pueblos y el espíritu anticolonialista, e impulsaron la inclusión del principio de “la igualdad de derechos de las naciones grandes y pequeñas” en la Carta de la ONU. A lo largo de estos años, China no cesa de hacer llamamientos y esfuerzos por la equidad, la justicia y el fin de hostilidades, porque conoce profundamente lo difícil para conseguir la paz.
Hace 80 años, esta cruel guerra mundial trajo una desgarradora tragedia al planeta, pero también fue testigo de cómo las naciones defensoras de la justicia y amantes de la paz escribieron capítulos gloriosos en la historia humana.
Ochenta años después, frente a frecuentes conflictos y turbulencias, todos los países deben tomar esta historia de sacrificios sangrientos como referencia, atesorar la paz que tanto ha costado alcanzar, salvaguardar los valores comunes de la humanidad y proteger la Tierra, nuestro único hogar.