
Caso extraño en la pedagogía infantil, en la primaria la maestra de inglés nos ponía a cantar “Strangers in the Night”, cuya letra de un amor a primera vista incitaba mi imaginación infantil. Ella podría haber recurrido a un grupo de rock popular en los 60, pero no, eligió a Frank Sinatra y una pieza que, nos dice Bob Dylan en Filosofía de la canción moderna (Anagrama, 2022), era considerada “una mierda” por el propio cantante.
De acuerdo con Dylan es “la canción del lobo solitario, el raro, el forastero, el extranjero y noctámbulo que anda en trapicheos e intrigas, que lo vende todo y renuncia al propio interés. Transitando en la deriva a la oscuridad desolada, cortando el pastel de los sentimientos para dividirlo en nuevos pedazos, intercambia miradas afiladas y penetrantes con alguien a quien apenas conoce”.
En su libro el ganador del Nobel de Literatura hace referencia a 66 piezas que lo marcaron y que involucran muchos géneros, pues como bien explica, “los discos de soul, como los de hillbilly, blues, calipso, cajún, polka, salsa y otras formas musicales indígenas, entrañan una sabiduría que la gente pudiente suele procurarse en las universidades”.
Las canciones de Elvis Presley, Ray Charles, Elvis Costello, Little Richard, Willie Nelson y The Who, conviven con las de Alvin Youngblood Heart, Marty Robins, Johnnie and Jack, Harry McClintock y otras figuras menos conocidas en nuestros días. Hay anécdotas en torno a compositores e intérpretes, pero sobre todo las canciones le sirven de punto de partida a Dylan para reflexionar, en una suerte de pequeños ensayos, sobre temas como la fe y las religiones, el negocio que implica el divorcio, la magia del cine de Hollywood, la ferocidad de los genocidios (en plural), el poder de la brujería, las leyendas del viejo Oeste, la vida del músico en la carretera o la importancia de tener un buen par de zapatos. Un libro que decanta magia a través de las canciones y el alucinante trabajo de ilustración a cargo de Coco Shinomiya.