Tanto el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, como El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSida), han logrado establecer un par de conclusiones: “En la actualidad no se cuenta con información específica sobre el riesgo de covid-19 en personas que viven con VIH. Por lo tanto, el riesgo de que las personas con VIH se enfermen gravemente es mayor en: personas con un recuento bajo de células CD4 y personas que no reciben tratamiento contra el VIH (terapia antirretroviral o TAR). Las personas que viven con VIH también pueden tener un mayor riesgo de enfermarse gravemente con covid-19 según su edad y otras afecciones médicas”.
Del espectro de más de 1 millón 400 mil de casos positivos, de los 80 mil 759 fallecimientos y 297 mil 934 recuperados, según cifras de la Organización Mundial de la Salud al cierre de esta columna, el VIH se percibe como una variable espectral, tangible solo si se le aprecia sobre la cinta magnética de un VHS. Cosa del pasado. La correlación entre VIH y el covid-19 es, al día de hoy, un limbo informativo. La información periodística que procesa los números oficiales empieza a fluir en círculos a partir de las estadísticas que poco a poco van instalándose como problemáticos placebos demográficos: las complicaciones respiratorias a consecuencia del covid-19 están relacionadas a factores como la edad avanzada o padecimientos preexistentes como diabetes, hipertensión, insuficiencia renal o EPOC, enfermedades que, cabe decir, coexisten con muchas personas que viven con VIH. Prácticamente no hay estudios a nivel global que aborden algún tipo de fenómeno al respecto. Apenas el lunes 6 de abril del 2020, en la ya puntual conferencia de prensa de las 19:00 apareció por primera vez el indicador de 0.0% de VIH-sida, al final de la lista de Defunciones Confirmadas Según Comorbilidad, explicada por José Luis Alomía, director general de Epidemiología de México.
Entonces a las personas que viven con VIH se les recomienda las precauciones que ya se han integrado a la normalidad poblacional después de la aparición del covid-19. Pero, ¿qué tan normales somos los homosexuales?
La respuesta flota en las app de ligue, que además de aguantar la lujuria en días de confinamiento mundial resucitan debates al respecto. Alternativos a los lineamientos oficiales en su mayoría operados por bugas. Como cuando el pico de la pandemia del sida ascendió a su pico más culero en los ochenta. Cuando los saunas y clubes de sexo gay se reconvertían en foros para reflexionar sobre nuestra relación con el mundo exterior, construido sobre bases morales obedientes a los convencionalismos de los heterosexuales. Las app están bombardeando a los perfiles con mensajes que en clave de estrobo, te insisten en quedarte en casa. Pero los usuarios conversan sobre la perplejidad inmolada, como se sentía en los ochenta y que vuelve a amenazar las identidades homosexuales. No solo en la sobrevivencia, indisoluble de una calentura enfermiza que hierve como en el interior de una olla exprés. También en todos los derechos, visibilidad y orgullo ganados a partir de entonces.
Por ejemplo, fue en una de esas app donde me topé con discusiones alrededor de la inclusión gay, sometida a resbaladizos logros como el dichoso mercado rosa, el matrimonio igualitario, donde el VIH suena a un riesgo de los gays promiscuos que no firman el contrato nupcial con cláusulas de monogamia. ¿Acaso hemos planteado la casi inevitable posibilidad del impacto del desempleo gay? En el caso mexicano, todos esos homosexuales que reciben tratamiento antirretroviral mediante instituciones como el IMSS o el Issste, que al ser despedidos como efecto de la crisis económica en medio de la cuarentena, probablemente tengan que migrar de esquema de seguridad social a fin de no interrumpir el tratamiento obligatorio para mantener un sistema inmunológico robusto, de carga viral indetectable y CD4 suficientes que puedan hacer frente a un contagio de covid-19. Su traslado a Sistemas de Salud como las clínicas Condesa o Capasits, que en cuestión de semanas aumentarían sus expedientes por cientos, podrían suponer un colapso en dichos sectores. En ese sentido, el Consejo Ciudadano para VIH e ITS de la Ciudad de México lanzó un pronunciamiento dirigido al Presidente, secretario de Salud y subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud respectivamente, sobre la atención a las personas que viven con VIH en el contexto de la pandemia del covid-19, en el que se acentúa que el abasto de ARV, detección de nuevos casos de VIH y prevención, deben estar garantizados. Pero el sector privado, ¿cuántas de las empresas y marcas que desfilaron con oportunismo aparatoso en la Marcha del Orgullo del año pasado, como monstruosos árboles de Navidad reventando el verano con su luminosidad de consumismo estimulante, estarán dispuestos a salvar a sus empleados Lgbttti con tal de tenerlos activos en la Seguridad Social?
Hay una suerte de resistencia homosexual que se está gestando en las app de ligue. Donde la sexualidad disidente y antirreproductiva se cruza con posturas sobre lo que significa ser homosexual, antes o después de cualquier pandemia.
Twitter: @distorsiongay