Las lluvias torrenciales del fin de semana pasado en Reynosa volvieron a exhibir lo que todos saben y nadie soluciona: la infraestructura de la ciudad es un desastre y la respuesta de las autoridades es tardía, insuficiente y oportunista. La historia se repite: calles convertidas en ríos, familias perdiendo sus pertenencias y autoridades que solo aparecen para la foto.
El alcalde Carlos Peña Ortiz las primeras horas del siniestro brilló por su ausencia, mientras que el diputado local Humberto Prieto, ambos cercanos al partido Morena, se apresuró a recorrer las zonas afectadas, publicar mensajes de solidaridad y prometer soluciones todo promocionando su imagen, lo cual está prohibido.
Pero la realidad es que ni ellos ni sus antecesores han hecho lo necesario para evitar que Reynosa colapse cada vez que llueve. Porque este no es un problema nuevo ni un evento inesperado; es el resultado de años de negligencia y al parecer corrupción.
Las inundaciones en Reynosa no son solo culpa del clima. Son consecuencia de una falta crónica de inversión en drenaje pluvial, de obras mal planeadas, de desvío de recursos y de administraciones que prefieren gastar en imagen antes que en soluciones reales. Mientras tanto, las colonias más vulnerables pagan el precio con calles intransitables, viviendas dañadas y servicios colapsados.
Lo más grave es la normalización del problema. Cada año, el mismo caos y la misma indiferencia. La única respuesta de los gobiernos es reaccionar cuando el agua ya ha cubierto las calles y, en el mejor de los casos, gestionar apoyos que apenas alcanzan para paliar los daños inmediatos. Pero nadie propone ni ejecuta un plan a largo plazo para evitar que esto siga ocurriendo.
Reynosa necesita más que visitas de funcionarios con botas enlodadas y discursos vacíos. Necesita inversión en infraestructura pluvial, transparencia en el manejo de los recursos y voluntad política para resolver el problema de fondo. Porque mientras la clase política siga viendo la desgracia como una oportunidad de lucimiento, la ciudad seguirá hundiéndose. Literal y políticamente.
La pregunta es: ¿Hasta cuándo la ciudadanía seguirá tolerando esta negligencia? ¿Seguirán votando por quienes los abandonan cada temporada de lluvias? La realidad es que, en Reynosa, las inundaciones son una tragedia; la indiferencia de sus gobernantes, un crimen.