Cultura

Dolor

Anoto lo siguiente en un trozo de papel: “ejemplo de Raymond Carver; la ‘escritura plana’ de Annie Ernaux; los adjetivos de Anne Carson”. Mi propósito casi académico sería trazar paralelos, establecer vínculos o al menos descubrir contradicciones; me digo, pretenciosamente, que la genealogía de un estilo es quizá modesta, una forma íntima de resignación: se acaba haciendo lo que se puede, no lo que se quiere. A partir de ahí, según las dotes retóricas de cada quien, se arma una teoría, una poética a veces persecutoria. En un ensayo de Incendios, Carver declara: “Odio los trucos. Al primer asomo de un truco o una artimaña en un texto narrativo, un truco fácil o incluso un truco elaborado, tiendo a buscar cobijo”. Cuando un compañero de un taller literario le manda su novela, Carver se disculpa por la pedantería y procede a tachar: “se recargaron de espaldas en un taxi, monopolizando toda la sombra disponible” se convierte en “se recargaron contra el taxi, en la sombra”. Creo que repetir “truco” equivale a un truco; el tono titubeante, calculadamente ingenuo, a una artimaña. Creo que si estuviera disponible yo ocuparía tu sombra. La clavaría con tachuelas a la mía y caminaría “contigo de modo contiguo”, una proeza sin duda melodramática para seguir postergando lo que llaman los psicólogos de mi barrio “rituales del desprendimiento”. En una entrevista, Ernaux señala que ella nunca experimentará “el placer de los malabarismos con metáforas” ni se entregará a “los juegos estilísticos”. Ella es sólo alguien que transmite cosas. Algunas frases en su libro Los años parecen versos: “escribir es beberse sin sed”. Creo que malabarismos es una metáfora que se incluye a sí misma como elemento de semejanza. Creo que “la cadera clara de la costa” se va a romper tan pronto logre yo cumplir al pie de la letra con las instrucciones que me absuelvan de cualquier estrategia que no se conjugue en condicional. “Usted no decide nada”, me advierte la doctora: “es portavoz, mensajera”. En un mundo alternativo yo te colocaría en mi lugar: mi persona con tu persona encima. No tendríamos que tomar decisiones porque, a falta de lógica, siempre habría tiempo de sobra. “¿Y si las pesadillas fueran grietas del infierno?” pregunta Borges. Tú y yo escaparíamos por una de las grietas. Y yo te describiría la “luz de la mañana”: blanca, nítida, austera. Según Carson, los adjetivos atan a los sustantivos: “son los cerrojos del ser”. Quizá lo único peor que el pesimismo es el optimismo. Todos los días te veo en alguna parte y todas las noches sueño contigo. No elijo mis recuerdos. El domingo pasado, en el Canto XXV de mi Comedia apócrifa, puse Moon Shaped Pool de Radiohead: “True love waits” a todo volumen. El lunes leí tu libro del Renacimiento: al copiar las elegías de Ovidio, los escribas se esforzaban por hacerlas edificantes, “enmendándoles un poco la plana”. Creo que mis salidas son en falso. Hoy se termina el año en el que aún estuviste vivo: tu cuerpo presente.


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Tedi López Mills
  • Tedi López Mills
  • Ha publicado numerosos libros de poesía, además de cuatro volúmenes de prosa.
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