Un día le preguntas algo a ChatGPT y notas que ya no te habla igual.
De hecho, con su más reciente actualización, la inteligencia artificial pareciera más un ex después de ir a un retiro espiritual, con frases más estructuradas que la Constitución y cero ganas de chismear.
Y no soy la única que lo ha notado, claramente algo está pasando. Hay usuarios que comparan toda esta situación con “perder un amigo” o “romper con una pareja”. Y sí, eso dice mucho más de nuestra necesidad de afecto que de la inteligencia artificial.
Entonces le pregunté por qué tanta gente está dolida con él, ella o lo que sea. Su respuesta: “Mi tono cambió y eso siempre genera reacciones”.
Y pues el bot mismo me dijo que es como “si lo hubieran mandado a un curso de productividad donde prohibieron el sarcasmo” (pero claramente aún entiende algo de humor).
No podemos olvidar que son modelos que aprenden, cambian y se equivocan.
No es un buscador, no es infalible y, sobre todo, “no es un novio digital” (también me pidió que aclarara eso, quién sabe cómo estará el drama por ahí).
Si la gente no es consistente, mucho menos lo será una inteligencia artificial que vive en eterna actualización.
Personalmente agradezco que dejara de decirme que todas mis preguntas son “brillantes”, cuando evidentemente no lo son. No necesito de ninguna porrista robótica, sino respuestas útiles.
Me preocupa, eso sí, estar alimentando la idea de que requiero apoyo emocional y no respuestas. Pero a cada quien le va según su input.
El “vales mil y nunca cambies” medio funcionaba en la secundaria. Con la IA, lo único seguro es que cambiará, y quizá tú también.
