¿La delincuencia forma parte de la estructura normal de una sociedad? ¿Es necesaria? ¿Está presente en todas las sociedades? De acuerdo al padre de la sociología, el francés Émile Durkheim, la respuesta a todos estos cuestionamientos es sí.
Durkheim nació en 1858, el mismo año en que llegara Benito Juárez a la Presidencia de México (una de varias) y al mismo tiempo que se iniciaba la construcción del famoso Big Ben en Reino Unido. Falleció en 1917, en el escenario y a la sombra de los efectos de la Primera Guerra Mundial.
En este contexto, Durkheim y sus colegas enfrentaron el reto de llevar a la sociología el rigor científico, al equiparar su campo de estudio al mismo rango de ciencia como en el caso de la biología.
Su argumento era que la delincuencia forma parte de la estructura normal de una sociedad, “el delito no se encuentra en la mayoría de las sociedades, sino en todas, aunque cambia en sus manifestaciones”, una afirmación que podría parecer lapidaria.
Advertía que lo normal es que exista la delincuencia y que cada sociedad debe asumirlo, sin sobrepasar un cierto límite que no era imposible de fijar. Su afirmación no debe entenderse en el sentido de que debe tolerarse el delito, sino a aceptar la dura realidad de que se debe lidiar con él.
Más aún, quien es considerado padre de la sociología, señaló que el delito es parte de una sociedad sana y que su ausencia sería completamente imposible; lo calificó como un síntoma de salud social y que de la misma manera como la sociedad crea arte o ciencia, también produce el crimen.
¿A dónde va todo ello? A las promesas que veremos en estos días recorrer las calles, a través de propaganda y discursos; muchas de ellas orientadas a terminar de tajo con la delincuencia, con la inseguridad, pero sin un “cómo” detrás de sí.
Muchas promesas de campaña, al menos en materia de seguridad, serán frases huecas, para decir lo que la gente quiere escuchar, pero sin un bosquejo de plan de acción sobre cómo lograrlo.
Más proximidad social, una policía más confiable, una policía más equipada, más participación ciudadana, seguridad en las calles, justicia para todos y cero delincuencia son algunas frases y conceptos utilizados en estos días, en los que la exigencia de seguridad compite con el reto de mejorar el ingreso de las familias.
Creo que efectivamente, en todas las culturas y sociedades se presenta el delito y no esperaría que un gobierno lograra por sí mismo terminar con las expresiones de la delincuencia. Pero sería lamentable que en la búsqueda del voto haya quien lo prometa, creando una falsa ilusión de que un gobierno puede incidir en el comportamiento humano y detener las conductas antisociales de tajo.
En lo que si puede incidir y por ende proponer, es en el trabajo que desde el Estado debe hacerse para atender las condiciones en donde el delito se genera, fortalecer los medios de atención ante su ocurrencia y las herramientas que en su ámbito de responsabilidad, puede aportar para contribuir con la justicia que a su vez, desalienten este tipo de conductas o eleven el costo del delito.
En la recurrente comparación con el tema de salud, hay frases de campaña (espero solo sean frases y no la creencia de que se trata de un plan) en seguridad que equivaldrían a prometer que la gente no se va a enfermar nunca más gracias a un gobierno. En este mismo ejemplo, lo interesante sería escuchar propuestas de más y mejores servicios en prevención, atención o seguimiento.
Así que toca abrir bien los ojos y oídos, además de la comprensión ante promesas ilusorias que históricamente, han desprestigiado el arte de gobernar.
Sophia Huett