En la era del viajero digital, donde las decisiones se toman desde un clic y las experiencias pesan más que los destinos, México enfrenta un reto monumental: transformar su potencial turístico en liderazgo sostenible.
De cara al futuro, no basta con recibir millones de visitantes si no se construye un modelo que seduzca, retenga y reinvente la forma de hacer turismo.
Hoy, casi el 95% del gasto turístico en México proviene de los viajes de placer. Es decir, del deseo de las personas por explorar nuestras playas, ciudades y paraísos naturales.
Aunque alentador, este dato revela una vulnerabilidad: nuestra enorme dependencia de un solo tipo de visitante, y lo mismo ocurre con la alta concentración en mercados emisores.
De acuerdo con el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, Estados Unidos representa el 84% del turismo internacional hacia México, seguido por Canadá (6%), Colombia (1%) y Reino Unido (0.9%).
No hablamos de un tema menor: el turismo aporta alrededor del 15% del PIB y cerca de 8 millones de empleos, equivalentes al 13% de la fuerza laboral total.
México necesita replantear a fondo su estrategia de promoción turística. Pero más allá de campañas convencionales, el país requiere construir y posicionar una marca país sólida, confiable y competitiva. Una marca país no es solo una imagen gráfica: es la narrativa colectiva que define cómo nos percibe el mundo. Y en el turismo, esa percepción es todo.
Hoy, los destinos más competitivos están utilizando inteligencia artificial para crear itinerarios personalizados, realidad aumentada para enriquecer la experiencia del viajero y plataformas digitales que permiten una atención inmediata en múltiples idiomas.
Se requiere construir un nuevo relato: uno que no solo invite a visitar, sino a confiar, a volver y a recomendar.
Y para eso, hay que volver a lo esencial, Virginia Mesina, vicepresidenta del Consejo ha advertido la necesidad de garantizar que México se perciba como un destino seguro y hospitalario para todos.
En tiempos donde la reputación digital pesa más que cualquier campaña institucional, los esfuerzos deben centrarse en cuidar la experiencia completa del visitante, desde que planea su viaje hasta que lo comparte.
En la nueva era del turismo, no ganan los destinos más grandes, sino los que mejor saben contarse y reinventarse.