En este espacio hemos hablado en distintas ocasiones sobre los riesgos que enfrenta la sanidad agroalimentaria de nuestro país.
Hoy, el gusano barrenador del ganado vuelve a recordarnos que las plagas no respetan fronteras ni calendarios políticos. México lo erradicó en 1991 gracias a un esfuerzo coordinado con Estados Unidos, pero su reaparición en distintos puntos del territorio encendió de nuevo las alarmas.
El reciente caso detectado en Nuevo León, en un ejemplar procedente de Veracruz, ilustra lo delicado de la situación.
La rapidez con la que este parásito se reproduce convierte cualquier descuido en un riesgo mayúsculo: a mediados de junio se confirmaban más de 200 casos por semana; para agosto la cifra ascendía a 372, según Senasica.
El riesgo va más allá de las exportaciones. En Nuevo León, la ganadería ya había sufrido restricciones de exportación hacia Estados Unidos desde 2023 por deficiencias en el combate a la tuberculosis bovina.
Ahora, con el gusano barrenador, la vulnerabilidad se multiplica: si no se toman medidas a tiempo, estaría en juego el hato ganadero. Nuevo León exportaba alrededor de 30 mil cabezas de ganado a Estados Unidos, pero tiene en engorda más de 500 mil.
También hay un ángulo internacional. La Asociación Nacional de Ganaderos de Carne de Res en Estados Unidos pidió a su gobierno presionar a México para reforzar medidas. No es un tema menor: la plaga ya está a poco más de 100 kilómetros de la frontera, y Washington ha dejado claro que proteger su territorio es una prioridad absoluta.
Frente a este panorama, preocupa que mientras se requieren más acciones de campo, el proyecto de Presupuesto 2026 contemple una reducción neta de 6.4% en los recursos de Senasica, principalmente por el recorte en su gasto operativo.
Es cierto que el organismo mantiene programas valiosos y un equipo técnico con gran experiencia, pero resulta contradictorio limitar su capacidad justo cuando se enfrenta una amenaza de esta magnitud.
El gusano barrenador no es solo un asunto veterinario. Es un riesgo para la soberanía alimentaria, para las familias ganaderas y para la relación comercial con nuestro principal socio. Lo hemos dicho antes y lo reiteramos: la sanidad pecuaria debe asumirse como un tema estratégico de interés nacional.