Desde hace más de una década, el operativo “Salvando Vidas” se ha convertido en una constante en Jalisco, especialmente en temporadas vacacionales como Semana Santa. Su objetivo es claro: reducir los accidentes relacionados con el consumo de alcohol al volante mediante filtros de revisión y pruebas de alcoholemia.
Según datos oficiales, desde su creación se han aplicado más de 7.7 millones de pruebas y se han remitido al CURVA a más de 56 mil personas. Sólo en Semana Santa de 2022, las detenciones por manejar bajo los efectos del alcohol se triplicaron en comparación con el año anterior. Y en destinos turísticos como Puerto Vallarta, más de la mitad de las pruebas aplicadas durante los días festivos resultaron positivas.
Es evidente que el programa ha logrado incidir en la detección de conductores en estado de ebriedad, y eso, en una entidad que históricamente ha enfrentado problemas graves de seguridad vial, no es un dato menor. Sin embargo, también es válido preguntarse si esta estrategia ha sido suficiente para modificar la cultura vial de fondo o si se ha convertido, más bien, en una medida reactiva que contiene el problema sin resolverlo.
El operativo representa una inversión constante de recursos públicos: personal, tecnología, transporte, logística y seguimiento judicial. A simple vista, podría parecer costoso. Pero si se considera que en la mayoría de los accidentes fatales están presentes el alcohol y la velocidad, la prevención mediante estos filtros cobra sentido. Aun así, es justo exigir una evaluación periódica sobre su efectividad real, no sólo en detenciones, sino en la reducción sostenida de accidentes.
“Salvando Vidas” cumple un papel, pero no puede ser la única estrategia. La prevención también implica campañas permanentes de concientización, educación vial desde edades tempranas y mejores opciones de transporte nocturno para quienes salen a divertirse. El operativo ayuda, sí, pero por sí solo no resuelve el problema.
La vida vale más que cualquier presupuesto, pero las políticas públicas deben sostenerse con resultados, no sólo con buenas intenciones.