En el reciente debate del fin de semana entre los aspirantes al gobierno de Jalisco, lo que debería haber sido una oportunidad para presentar ideas y proyectos concretos se convirtió en un espectáculo lamentable de violencia verbal y denostación. Tanto Claudia Delgadillo, de Morena, como Pablo Lemus, de Movimiento Ciudadano, y Laura Haro, de Fuerza y Corazón por Jalisco, dejaron mucho que desear en cuanto a la claridad y viabilidad de sus propuestas.
El tercer debate de cuatro en el proceso electoral ha sido testigo de un triste espectáculo, donde las acusaciones personales y los ataques han nublado cualquier intento de diálogo constructivo. No podemos justificar la lamentable actuación de ningún candidato, como el desafortunado comentario de Lemus hacia Delgadillo y Laura, llamándolas hijas de Alito, hijas del PRI, o el insulto de Haro hacia Jorge Alvarez Máynez, llamándolo borracho. Este tipo de comportamiento no solo denigra el proceso democrático, sino que también aleja a la ciudadanía de la política.
La verdadera esencia de un debate electoral radica en la presentación de ideas y proyectos concretos, independientemente de quién los promueva. Es decepcionante ver cómo los candidatos prefieren sumergirse en el lodo de la confrontación personal en lugar de enfocarse en los problemas reales que enfrenta Jalisco y en cómo resolverlos.
El hartazgo de la población mexicana hacia la política está en aumento, y no es difícil entender por qué. Debates de poca monta y escasas ideas solo contribuyen al creciente abstencionismo electoral. Los ciudadanos merecen un proceso electoral basado en el respeto, la transparencia y la presentación de propuestas claras y viables.
Es hora de que los candidatos pongan fin a la retórica vacía y se comprometan verdaderamente con el bienestar de Jalisco y de su gente. Los debates electorales deben ser una plataforma para el intercambio de ideas y la construcción de un futuro mejor, no un escenario para la confrontación estéril y el espectáculo mediático.