Hay menos rudeza en la tribuna presidencial, eso hay que reconocerlo. En el propio movimiento morenista, a su vez, se pueden advertir diferencias entre sus distintas tribus (el término “tribus” brota al atestiguar, en Morena, los rasgos hereditarios del antiguo Partido de la Revolución Democrática, cuna del caudillo de Macuspana, no lo olvidemos, luego de que renegara de su oscuro pasado priista y antes de formar un partido a modo para ejercer el mando a sus anchas): hay comunistas declarados, están los más trasnochados radicales, medran centenares de priistas reciclados (desde luego), se incorporarán pronto algunos señoritos, “niños bien”, del Partido Verde y, como siempre, muchos oportunistas pueblan sus filas pero, miren ustedes, varios de los personajes que se mueven en la estructura del oficialismo son perfectamente presentables y, para mayores señas, ahí está Marcelo Ebrard, un funcionario al que no se le puede en momento alguno negar capacidad y también opera el propio García Harfuch, encargado de la colosal tarea de hacer de México un país apacible y seguro.
El tema, hablando justamente de herencias, es saber hasta qué punto la presidenta Sheinbaum puede tomar distancia de su antecesor y, sobre todo, discernir si ése, el alejamiento, es realmente un propósito suyo. Después de todo, siguió la Presidenta a todo vapor con la nefaria reforma judicial, validó una grotesca elección para nombrar jueces y magistrados, manda petróleo a Cuba, importa médicos esclavizados por el régimen castrista, apoya a quien intentó dar un golpe de Estado en el Perú, toma partido por una mujer desaforadamente corrupta como Cristina Fernández de Kirchner y su retórica no se aleja demasiado del catecismo que nos era anteriormente prodigado desde el púlpito de Palacio Nacional, por no hablar de la manera en que imita la cadencia y el tono del otro orador.
¿Qué podemos entonces suponer o anticipar? Es apenas el primer año de su mandato y muy seguramente tiene algunos cartuchos muy cuidadosa y secretamente almacenados en su muy particular arsenal.
No lo tendrá nada fácil, en el caso de que quiera en verdad diferenciarse de su antecesor y no sólo porque deba enfrentar a los bruscos pretorianos del supremo cacique sino porque ella misma parece seguir atada al pacto sucesorio que la consagró por encima de todos los demás. En fin, ya lo veremos...