Un sorprendente artículo publicado en un diario sentenciaba que Ana Gabriela Guevara se está jugando el pellejo en los Juegos Olímpicos de París.
La mujer, en la mira de doña Fiscalía General de la República por las trapacerías que se le suponen, tendría que volver al suelo patrio con un mínimo de medallas –no ganadas por ella pero que se pudiere colgar en el pescuezo por haber gestionado medianamente bien el deporte nacional, en su condición de suprema responsable de las cosas— para no ser perseguida y enjuiciada como si fuere alguno de los personajes que incomodan al régimen de la 4T.
Es verdaderamente extraña la observación porque, miren ustedes, una cosa no tendría que ver en lo absoluto con la otra: la honestidad es un tema, sin ninguna relación de naturaleza forzosa con la eficacia, y otro asunto es merecer el otorgamiento de una muy oportuna y agradecible impunidad por el mero hecho de haber garantizado ciertos resultados, así de corrupta e infractora como sea la persona.
Es evidente que tenemos un gravísimo problema de moralidad en este país. De otra manera, un medio de prensa no plantearía siquiera que una funcionaria, sospechosa de turbios manejos, se puede ganar el perdón de la justicia a punta de preseas olímpicas ofrecidas alegremente a sus superiores. Siendo, encima, que los atletas se quejan de falta de apoyos y altaneros ninguneos.
Deshonesto, pero cumplidor, parece ser el lema del sistema, a juzgar por el desenlace que le suponen algunos a la gestión de la señora.
Bueno, vamos a ver con cuántas medallas vuelve a casa la delegación olímpica de México.
Ahí sabremos qué tan permisiva, bondadosa y magnánima es la mentada 4T con sus fieles.