Política

Fuera dólares

No hay duda de que la disponibilidad de vivienda popular digna y a precios accesibles es una deuda que el país carga desde que la Revolución le hizo justicia a algunos de sus hijos en detrimento de los demás. Tampoco hay duda de que lo sucedido el viernes en las colonias Roma y Condesa no fue para abordar lo anterior. ¿Por qué? Pues porque los cafés, las taquerías y los restaurantes —con dueños y empleados perfectamente autóctonos, por cierto— que fueron agredidos con lujo de violencia para supuestamente pedir la retirada de unos extranjeros en favor de una tan mítica como indefinida población nativa, no tienen control, ni mucho menos la culpa, de quién es su clientela, ni tienen por qué negarse a servirle a quien esté dispuesto a pagarles más. De igual forma, los caseros que reciben una renta puntual por parte de esos masiosares tampoco tienen por qué preferir a los recios habitantes del Anáhuac cuando pagan menos y, encima, a veces, se van sin avisar antes de depositar el último mes y habiendo arruinado los electrodomésticos.

Ni siquiera es cierto que esas colonias tengan vocación popular: basta recorrer Orizaba y Colima para darse cuenta de que las abundantes mansiones de cantera edificadas allí a principios del siglo XX no son precisamente austeras, o recordar que el bello Parque México se construyó sobre un hipódromo de postín llamado el Jockey Club. Sí, en inglés. Por no decir que, mucho antes de la llegada de los nómadas digitales, una buena parte de los locales ya venía cargando sus matchas de horchata en morrales de ixtle de diseñador mientras las colonias verdaderamente populares de los alrededores, como la emblemática Romita y algunas áreas de la Roma Sur, seguían, y siguen allí, tan campantes como siempre.

El punto es que quienes vienen por unos años a entregarnos sus dólares no son en modo alguno los enemigos del pueblo bueno, ni menos tienen la culpa de que no tengamos una capital habitable, como dicen los agoreros del odio. ¿Saben quién sí? Pues los gobiernos de izquierda y de vanguardia que han favorecido los moches de sus cuates constructores de departamentos chatarra y de viaductos para automóviles mientras abandonan a su suerte al transporte público. Los que han sido redondamente incapaces de garantizar nuestra seguridad. Los que se compadecen de los invasores de predios mientras satanizan a quienes cumplen la ley y buscan crear prosperidad. Los que tienen nuestras calles hechas un muladar, con el pavimento desgajado, sin alumbrado, llenas de un comercio ambulante clientelar, sucio y fértil para la delincuencia, que le hace la vida de cuadritos a los pequeños negocios empleadores que sí pagan impuestos, pero que no les ponen su carne de cañón para marchas reventadoras como la del viernes.

Quizá por eso no vimos a ninguna de esas pobres víctimas frente a la sede del gobierno capitalino, ni mucho menos en el Zócalo, exigiendo orden, seguridad o vivienda digna. A la alcaldía Cuauhtémoc sí fueron, pero nomás a echar unos balazos antes de pasar a hacer pintas racistas y xenófobas y a romper vidrios.


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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Notivox (Notivox Monterrey y Notivox Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Notivox Diario con su columna Artículo mortis
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