Hace exactamente cinco años la policía de San Diego encontró el que es, a la fecha, el narcotúnel más largo en cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. Medía 1,300 metros horadados a más de 20 metros de profundidad, y recorría desde la zona industrial de Tijuana, cerca del aeropuerto, hasta la Mesa de Otay, en San Diego. La obra contaba con rieles, electricidad de alta tensión, iluminación de cabo a rabo, drenaje y hasta un elevador.
No fue ni remotamente el primero. En enero del 2006 la DEA, la migra y la Patrulla Fronteriza reventaron uno de 730 metros de largo del aeropuerto de Tijuana hasta una bodega en San Diego. Contenía cerca de dos toneladas de mota y contaba con ventilación y electricidad, a pesar de su altura de apenas metro y medio. En el 2010 otros dos, uno de ellos de 790 metros, fueron descubiertos también entre Tijuana y la Mesa de Otay, en San Diego, lugar favorecido por los arquitectos al servicio del crimen organizado por sus suelos arcillosos, fáciles de excavar. Entre ambos contenían 3 toneladas y media de mariguana.
Por Navidad del 2012, otro túnel estrecho y chato fue encontrado en Nogales, Arizona, y dos años después, en las entrañas de su reemplazo, éste de 147 metros de largo y mucho más amplio y cómodo, fueron incautados cientos de kilos de mota y residuos de heroína. En 2014, uno con entrada en San Diego sorprendió al FBI por sus interminables 900 metros, y en el 2020 otro entre Tijuana y San Diego midió unos más modestos 600 metros, pero estaba hecho con materiales de punta, además de estar preñado con 1,500 kilos de mota, casi 600 kilos de coca, 40 de metanfetaminas, unos 8 de heroína y casi un kilito de fentanilo. En el 2022 otro megatúnel fue descubierto entre Tijuana y San Diego con 800 kilos de coca, 80 de anfetaminas y un poco de heroína en sus recovecos.
De 2005 o 2006 las policías gringas han encontrado cientos de túneles en la frontera entre México y Estados Unidos, de los cuales al menos 12 han sido verdaderas obras de ingeniería. El último en esa lista fue descubierto el pasado 9 de enero, luego de que una inspección de rutina por las alcantarillas del sistema de drenaje bajo El Paso revelara una entrada que, escondida tras una placa de metal, se insertaba desde Ciudad Juárez en una de sus tuberías principales. La nota oficial especificó que fue encontrado por la Patrulla Migratoria, pero recalcando que la operación fue conjunta y que la cooperación entre las agencias de El Paso y Juárez es excelsa.
Será, pero, al margen de que sólo los gringos parecen encontrar estos túneles, y sólo de vez en cuando, es difícil pensar en que, durante los meses que tardan estas construcciones, nadie en ambos lados del Bravo se percata de las toneladas de tierra regurgitadas día y noche por la parvada interminable de gusanos de cientos de metros de lago y casi dos metros de altura que perforan entera nuestra frontera norte, tanto que imagino que en cualquier momento ésta se va a despegar como si fuera un rollo de papel de cocina, de esos que, surcados por una línea de hoyos, se desprenden al menor tirón en cuadritos individuales.