Se dice que cada pueblo tiene un alma colectiva que lo caracteriza por ser la síntesis del pensamiento y conducta de sus habitantes.
Es lamentable que uno de los rasgos de identificación de los mexicanos sea la falta de rigor en el pensamiento y la expresión de las ideas.
Esa carencia se revela en la defectuosa planeación de las decisiones y obras públicas, la estrechez de los debates sobre política y economía, la pobreza de la investigación científica, y en la predisposición popular de reducir los temas complejos a frases hechas o a darles un cariz cómico.
La gravedad de las condiciones que actualmente padecemos, debería ser suficiente para inducirnos a ejercitar el pensamiento crítico.
En el entendido que el criterio es el fruto del proceso lógico aplicado a la búsqueda de la verdad; y que la verdad es la concordancia entre el conocimiento y el objeto o hecho de que se trate.
Eso implica, necesariamente, la identificación de los problemas, la obtención, clasificación y análisis de la información para la construcción de un punto de vista propio; y la propuesta de soluciones posibles.
El proceso culmina con la argumentación razonada de la propuesta.
Es necesaria la construcción del pensamiento crítico para hacer posible un debate nacional sobre la magnitud de la criminalidad, la pobreza, la escasez de inversiones y la quiebra de los sistemas de salud y educación; y para el planteamiento de soluciones realistas.
Todos deberíamos de proponernos hacer ese ejercicio en el trato social cotidiano, con el propósito de generar una corriente de pensamiento socialmente consciente.
Para eso podríamos hacer de nuestras reuniones de amigos que compartan las mismas ideas, cenáculos modernos para el ejercicio del pensamiento crítico, combinando la conversación y el mutuo aprendizaje con la práctica de una ciudadanía responsable.
