La democracia y el federalismo, pilares fundamentales de nuestro sistema constitucional y temas recurrentes de los discursos oficiales, son aún una aspiración y no una realidad.
Hubo presidentes y estadistas que abonaron a la democracia electoral y al federalismo con las reformas que llevaron la pluralidad partidista a los congresos y allanaron el camino a la alternancia del año 2000.
Ahora, que la democracia y el federalismo deberían de avanzar hacia su perfeccionamiento, todo indica que retrocedemos al presidencialismo y al partido hegemónico.
Afortunadamente, a toda acción corresponde una reacción, así para bien de la democracia, que para existir y rendir frutos requiere que haya pluralidad, los partidos de oposición están conformando una alianza para evitar que MORENA se consolide como partido de Estado.
Para legitimar este propósito deberán construir una propuesta ideológica y postular candidatos honestos y capaces.
De igual importancia es la Alianza Federalista de los gobernadores que pugnan por la celebración de un nuevo pacto fiscal que, sin generar una doble tributación por la misma actividad, aumente los recursos de las entidades federativas.
La democracia electoral debe avanzar a la democracia como sistema de vida; así está postulado en la Constitución:
“La educación será democrática, considerando a esta no sólo como un régimen político, sino como sistema de vida fundado en el mejoramiento socioeconómico y cultural del pueblo.”
En tanto que el federalismo real sólo será posible cuando las entidades federativas tengan suficientes recursos propios para su desarrollo.
Adolfo Arrioja Vizcaíno en su obra: El federalismo mexicano hacia el Siglo XXI, dice: “La coordinación fiscal conduce al centralismo que anula la autonomía de las entidades.
La autonomía para ser realidad necesita de la autosuficiencia tributaria, mediante el establecimiento de impuestos propios y distintos para la federación y las entidades federativas”.
