El 13 de agosto de 2021 se cumplirán 500 años de la entrega de la ciudad de Tenochtitlan. La fecha tiene un gran significado cultural en la historia de nuestro país. Nos conecta con la riqueza prehispánica y nos sirve como reflejo de una sociedad donde la globalización es desafío, integración y participación constantes. Una conmemoración cultural en su más amplio sentido.
La caída de Tenochtitlan marca el fin del enfrentamiento entre dos ejércitos diferentes, en armas y estrategias, pero sobre todo en cosmovisiones. El territorio al que llegaron los españoles reveló una cierta unidad cultural que era dominada y representada en la época por la ciudad de Tenochtitlan. Según la recopilación de fuentes históricas de Miguel León Portilla, intitulada La visión de los vencidos, Moctezuma hizo llegar ofrendas hasta Veracruz para los desconocidos navegantes. Tenochtitlan fue desde entonces el objetivo primordial de los colonizadores, y después de su caída, el territorio a ocupar estuvo determinado por las redes comerciales, políticas y por una similitud de cosmovisión en ese vasto territorio. Esta unidad cultural, junto con el conocimiento del territorio, fueron forjados a través de milenios y estará presente en todos los procesos de lo que ahora es nuestro país.
El numeral de la conmemoración no puede ser más emblemático: 1992 fue la ocasión de reconocer la presencia y el valor cultural de los pueblos indígenas del país y 2021 puede ser la ocasión para reflexionar sobre los retos que imponen las últimas etapas de la globalización, además de actualizar nuestra reflexión sobre el estado de la cultura en México.
En efecto, en las últimas décadas, el aspecto cultural de la globalización ha evolucionado. Aunado a la proliferación de las redes sociales, de las gigantescas industrias culturales y más allá de la homogeneización de los criterios artísticos mundiales, la globalización cultural se explica hoy por un retorno del fenómeno identitario y religioso como problema político. La magnitud de estos últimos fenómenos ha modificado las prioridades de las políticas públicas en diferentes países. El desarrollo de nuevas tecnologías, de la inteligencia artificial y la introducción de nuevas monedas de cambio utilizables en el ciberespacio significarán, entre otros fenómenos, un cambio en la manera de concebir el mundo y también serán un nuevo factor de diferenciación social. La globalización sigue su curso.
Desde la perspectiva del análisis cultural, en 1950 Octavio Paz proponía en El laberinto de la soledad un análisis de la personalidad del mexicano de acuerdo con las herramientas psicoanalíticas e históricas de la época. En esa obra, el mestizaje era un tema central. ¿Qué reflexiones provocaría al Nobel esta conmemoración en el actual contexto de globalización? ¿El mestizaje seguiría siendo un concepto clave para la reflexión sobre la sociedad mexicana? Sin duda son muchas las aportaciones que humanistas, científicos sociales, artistas y gestores culturales del país han hecho en las últimas décadas en torno a la singularidad cultural nacional. Desde los llamados neomexicanismos pasando por el kitsch, el diseño y el nuevo muralismo mexicano, hasta el rap y el rock-metal mexica, además de la película Roma de Alfonso Cuarón. Asimismo, es oportuno señalar las más recientes influencias culturales.
Una parte de la singularidad cultural de país está explicada por un arte de la convivencia único que subsiste más allá de la definición del folclor. Ese arte de la convivencia ha servido de soporte y de brújula de sentido, en los grandes procesos de construcción y reconstrucción de la nación. Esta conmemoración tal vez sea un buen momento para reflexionar cómo es que se ha limitado el estudio de la herencia cultural. Tanto el periodo prehispánico como el de colonización, y el proceso de globalización posterior, explican la vida cotidiana de nuestro país. Señalar sus debilidades y fortalezas es una tarea inherente a la reflexión cultural sobre el territorio.
Y a la inversa, nuestra reflexión cultural es de utilidad para el mundo. No solo por representar un ejemplo de diversidad, sino por las soluciones prácticas que puede aportar a los retos del futuro. Si la ciencia ha logrado confirmar que el modelo de explotación intensiva de recursos nos acerca a una delicada situación de subsistencia global, es evidente que las sociedades estarán obligadas a modificar sus formas de producir, consumir y relacionarse con la naturaleza. Desde hace algunos años, investigadores del mundo rural y de la salud reconocen que las prácticas y cosmovisiones de origen antiguo mantuvieron métodos eficaces para lograr el equilibrio ecológico y de salud en el largo plazo. Prácticas que antes parecían extrañas, hoy ya no lo son. Si parte de nuestra herencia cultural reside en la sabiduría de prácticas agrícolas y de salud, es importante revisar estas aportaciones y saber si pueden ofrecer soluciones en el territorio y en otras partes del planeta. La evolución es hoy inminente también en cuanto a paradigmas científicos.
Finalmente, el pasado prehispánico nos sigue representando en el exterior. Tan solo ahora, al momento de escribir estas líneas, el prestigioso museo Quai Branly de París, en Francia, dedica una magna exposición sobre la cultura olmeca de nuestro país, lamentablemente en pausa debido a la crisis sanitaria.
A 500 años de la entrega de la ciudad de Tenochtitlan y con ello, a 500 años de la inserción del territorio a la era global, esta conmemoración es una oportunidad excepcional para reflexionar sobre la vigencia de nuestra herencia cultural, sobre el estado de la cultura en el país y sobre los retos que le impone la evolución reciente del proceso de globalización.
Articulistas invitados:
REBECA ALFONSO ROMERO
Maestra en Geografía Cultural, Universidad de la Sorbona, París.
ÉDGAR SÁNCHEZ
Empresario. Ganador del Premio Nacional de Calidad 2016.