Despierto crudo. Bebí sin parar y aspiré cocaína con amigos. Mi historia con la droga es breve y poco espectacular. Mi primera juventud ocurrió en la mata de la mariguana, allá en la primera mitad de los años setenta. No he visitado los infiernos de la adicción a la droga, pero viví toda mi vida cerca de “sustancias prohibidas”. Fui algo menos que un fumador de mariguana común, un consumidor de baja intensidad: algunas fiestas iniciáticas, conversaciones ante el fuego adolescente, erotismo iluminado por el carbunclo de la hierba.
La verdad es que no me sentaba bien la mota; me caía de peso, me hundía en el pasmo, me alejaba de la realidad, me dormía y aflojaba cuando yo quería fuego y ajetreo, lucidez y agilidad mental. He sido mucho más audaz y necio con el alcohol a la hora de buscar paraísos artificiales. Y no tengo dudas: el trago es mucho más peligroso personal y socialmente que la mariguana. Mucho más, de lejos. Lo último que provoca el alcohol en exceso es precisamente lucidez y agilidad mental. Un día todos hacemos lo contrario de lo que alguna vez nos propusimos, de eso trata en buena medida el paso de los años.
En mi vida adulta aspiré cocaína. No la gran cosa. Me gustaba la fuerza de su ligereza, su promesa de vuelo nocturno. Una personalidad adictiva como la mía se habría enganchado en tres patadas con la coca. Con todo el dolor de mi corazón la abandoné, pero de vez en cuando aspiro sin culpa y sin miedo a la adicción. Tengo amigos que la consumen con frecuencia, solo espero que les vaya bien y por mucho tiempo. En cambio, fui un loco con el tabaco. Fumé como un desesperado, tardé años en entender que efectivamente estaba desesperado; casi me cuesta la vida.
Defiendo la búsqueda de lugares que están por encima o por debajo de la realidad. Todos buscamos un sueño habitable, así sea por unas cuantas horas.
No sé qué hacer: traigo un casco doloroso, el estómago inestable y una ansiedad sin freno. Ingiero dos tafiles de 0.50 mg. Nunca más. ¿Cuántas veces he dicho esto? Miles. Nunca me enganché con la coca, tampoco con la mota, pero no podría decir lo mismo del alcohol y del tabaco. El cigarrillo quedó atrás, me queda el alcohol. Estas dos sustancias son probablemente las dos drogas más peligrosas. Me duele la cabeza.