La crisis del Cruz Azul es infinita. No solo no se sabe cuándo ni cómo va a terminar, sino que resulta muy complicado inclusive determinar la fecha o el momento en que inició esta debacle. Un equipo que ganaba y ganaba campeonatos pasó a ser un club experto en perder finales, tantas que se mereció el mote del “subcampeonísimo”. Pero hoy en día ya ni eso. Se ha convertido en un conjunto que habita, sin pudor alguno, los últimos lugares de la tabla de clasificación.
Lo grave es que nadie de los que toman decisiones tan importantes como la contratación de refuerzos y director técnico, se sienten con la responsabilidad de dar la cara y asumir responsabilidades al mismo tiempo que marcar una ruta clara para mejorar.
La última derrota se dio la tarde del domingo pasado en el Estadio Azteca, ante uno de los planteles más modestos de la Liga, los Gallos Blancos del Querétaro. Se ha dicho en las últimas horas que ahora sí se ha tocado fondo, que muchos de los aficionados presentes en las tribunas del estadio abuchearon y otros se fueron antes de que concluyera el partido.
Pero al día siguiente la directiva ratificó al entrenador Joaquín Moreno. Un mensaje claro de que han decidido echar por la borda este campeonato en el que tras 9 encuentros disputados apenas suman 5 de 27 puntos posibles.
Esperar que para el siguiente torneo las cosas cambien con estos mismos directivos es una de las ingenuidades más grandes que pueden construirse hoy en el futbol mexicano. Es evidente que quienes han tomado decisiones en los últimos años no saben qué hacer con este equipo. Pero pues no se van a despedir de su trabajo, ni van a delegar en quienes sí saben esta responsabilidad que ejercen como si fueran los dueños del Cruz Azul.
¿Estará dispuesto Víctor Velázquez a elaborar una autocrítica precisa y realista y compartirla con el fiel seguidor de este equipo? Lo dudo.
