Política

COP26 y la necesidad de exigir resultados

Ha pasado casi una semana desde que finalizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Glasgow, Escocia. Fue una COP26 que dejó sentimientos confusos entre los actores involucrados en la toma de decisiones; en la comunidad de científicos y docentes; en los activistas y en la sociedad involucrada en el tema del cambio climático.

Naturalmente, el texto político final o Pacto de Glasgow, creó posiciones encontradas respecto a una evaluación final sobre esta cumbre: Por un lado están quienes la califican como decepcionante por lo que no se pudo lograr; y por el otro lado, quienes consideran será un parte aguas gracias a los acuerdos alcanzados. Todo radica en la decisión de ver el vaso medio lleno o medio vacío.

Dentro de lo más destacado del Pacto de Glasgow está el capítulo sobre la mitigación, donde se reconoce con preocupación la insuficiencia en la ambición de muchos de los nuevos planes nacionales de reducción de emisiones a corto y mediano plazo. Por eso se solicita a todos los países que envíen mejores planes a finales del 2022. Siguiendo unas líneas comunes, deben especificar y razonar de forma transparente las medidas a tomar hasta el año 2030 y las de transición hasta un balance cero de emisiones de CO₂ hacia mitad de siglo.

A partir de ahora, los países tendrán que informar cada dos años sobre sus emisiones de gases efecto invernadero y los avances logrados en cuanto a su reducción.

Estos puntos, sumados a otros incluidos en el texto político final, deberán servir como herramientas de evaluación para que las personas puedan darse una idea de si en realidad se han tenido avances en la lucha contra el cambio climático. O si por el contrario, los discursos pronunciados por los líderes mundiales y los acuerdos alcanzados se quedaron en puras palabras y politiquería.

Hay que ser sinceros, esto de nada servirá si solamente unas cuántas personas se interesan y alzan la voz. Para que se logre un impacto en los gobiernos y líderes mundiales se necesita que los ciudadanos se involucren en el cuidado del planeta y exijan de forma constante a sus gobernantes acciones permanentes y resultados.

Pero, ¿Cómo podemos exigir si no comenzamos por nosotros mismos? El cambio empieza por uno mismo y para eso debemos adoptar un modo de vida sostenible y comenzar una transición hacia un entorno que minimice su impacto al medio ambiente.

Lamentablemente, aún hay muchas personas que no alcanzan a dimensionar la magnitud del problema que ya tenemos en el mundo; que esto no es una cuestión del futuro lejano o de las siguientes generaciones; que las personas están muriendo y las especies se están extinguiendo con las temperaturas actuales.

Es complicado aspirar a que la mayoría de la población se interese e involucre en el cuidado del medio ambiente si cuando se habla del cambio climático se involucran muchos tecnicismos que pudieran hacer pensar a las personas que esto solo le concierne a los que se dedican al estudio del problema.

Y es más difícil aún esperar un involucramiento masivo, si la realidad de la mayoría de la población es vivir preocupada por trabajar uno o dos turnos a diario para poder subsistir y aún así no alcanza porque se vive al día.

Bajo esta realidad es casi imposible que entre tantos problemas pueda darse la oportunidad de levantar la cabeza y actuar. Pero si no actuamos ahora, mañana ya no habrá mundo por el cual luchar, ya habrá sido demasiado tarde.

Pedro Gamboa


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