Desde la Antigüedad más lejana los sueños han llamado la atención de la humanidad y se han interpretado de los más diversos modos. Para los griegos prehoméricos, como para muchas otras civilizaciones, solo en sueños era factible hablar con quienes ya habían muerto. Son tantas las culturas que así lo han creído que nos hace pensar si no acaso detrás de esa interpretación está la idea de que en el momento en que soñamos podemos tener acceso a otras “formas de existencia” desconocidas para nosotros.
Existe un parágrafo en el Así habló Zaratustra, donde Nietzsche interpreta de manera genial un sueño propio: todos los personajes, todos los hechos, todo el sueño, concluye, hablan de aquel que está soñando: de nadie más. Muy poco después Sigmund Freud trazaría por ese mismo sendero un camino muy recto para la interpretación de los sueños, que provocaría que algunos de sus colegas más cercanos propusieran otros caminos no tan estrechos.
Antes de morir, un gran médico y amigo psicoanalista me dijo: “Siempre he estado convencido de una teoría que, para mi beneplácito, recientemente he leído: soñamos en la clave en la que creemos. Los freudianos sueñan en clave Freud; los junguianos, en clave Jung, los cristianos, en clave cristiana. Cada quien sueña con base en un conjunto de saberes y de creencias que se llevan en la médula.
Esa me ha parecido la mejor teoría para comprender un sueño, no todas las personas le damos el mismo significado a un evento, ni siquiera a un padre o a una madre. Recuerdo alguna ocasión en que el irreverente y genial grupo Monty Python realizó un corto que, muy en su estilo, presentaba a un hombre tratando de resumirle a otro la idea del amor edípico de acuerdo con Freud. El tipo respondió: “Es evidente que el tal Freud no conoció a mi madre”. Al escuchar esa respuesta, una obesa mujer, sucia, fea y regañona le da un golpe con una sartén diciéndole: “cállate inútil”. Era su madre.
En fin, me queda claro que nuestros sueños continúan sorprendiéndonos y que, en efecto, independientemente de su interpretación, en ocasiones nos permiten hablar con nuestros amados muertos de una manera muy vivencial y nos devuelven, aunque sea por un instante, ecos del amor vivido. Nos permiten abrazarnos, llorar juntos, hablarnos, recordarnos cuánto nos amamos el uno al otro y despedirnos. De todo eso, signifique lo que signifique, me quedo con el amor.
Ayer soñé con mi padre que hoy cumple medio año de haber muerto.