Los trastornos mentales son y han sido una caja de pandora. Una cosa que hasta el momento no ha cambiado es el sentimiento de vergüenza por parte de los familiares.
Este embarazo social que “sufrían” las familias, orientó sus esfuerzos para deshacerse de los lunáticos de la comunidad desde hace años; fueron los repetidos disgustos emocionales y las amenazas físicas que la presencia de un familiar loco provocaba, lo que dio lugar a las casas de retiro para locos; eran casas improvisadas, sin sistema alguno de control.
Las casas para locos eran administradas por gente advenediza, comerciantes, usureros y médicos dispuestos a realizar este tipo de trabajo.
Pocos sabían lo que sucedía dentro de estas casas de la locura.
Lo cierto es que resultó ser un negocio muy lucrativo. La meta era mantener al paciente aislado, en secreto.
Las familias adineradas estaban dispuestas a pagar un buen precio por tal servicio.
Las familias pobres preferían encarcelar a sus dementes.
Era inevitable tratar a estos pacientes como desperdicios humanos.
Los directores de estas casas de la locura, eran médicos que fueron llamados “los médicos de la locura”; ellos escalaron socialmente de manera repentina, sus carteras se llenaron de dinero, los familiares ocuparon cargos públicos y políticos de renombre.
Quien podría imaginar que la locura, paradójicamente, pudiera originar una gran riqueza.
La pregunta es: ¿acaso las cosas han cambiado?