La madre de Charles Guiteau le enseñó a cantar la biblia, y su padre era un fanático de los sermones.
Guiteau era un fracasado en lo laboral y matrimonial. Sin embargo, él se sentía muy seguro de sí mismo políticamente.
James Garfield obtuvo la presidencia de los Estados Unidos en1880; Guiteau se obsesionó con el presidente y llegó a pedirle el consulado en Paris, el presidente lo ignoró, al parecer esto no le agradó mucho a su fiel admirador y comenzó a ver al presidente como una amenaza para el país.
Y en mayo de 1881 Guiteau oyó la voz divina “Mata al presidente”.
Compró una pistola y en Washington le disparó un tiro en el brazo y el segundo disparo en la espalda, el presidente se desplomó al piso.
Sobrevivió al ataque inicial, pero murió meses después de sufrir dolor hambre e infección.
En el juicio, sus defensores plantearon un caso de demencia; pero el asesino se burló de esto, pues él se consideraba completamente sano; llamó idiotas al jurado y se postuló para próximo presidente de los Estados Unidos.
Los psiquiatras lo consideraron sano a pesar de que el homicida se creía Napoleón, Ciceron y Martin Lutero.
Solo un médico el Dr. Edward Spitzka lo señaló con un comportamiento de loco, conducta y lenguaje de loco. Al jurado poco le importó y lo condenó a la horca.
Después, cuando se realizó la autopsia, los médicos observaron el cerebro del homicida, esperando encontrar alguna lesión; pero no encontraron absolutamente nada, el cerebro parecía escalofriantemente normal.
A partir de este tipo de homicidios -magnicidios- y de la aparición de los asesinos seriales, la neurociencia inició la búsqueda de los trastornos cerebrales que afecten la anatomía y la función neuroquímica del cerebro.
Las implicaciones legales seguramente tendrán que ser modificadas en un futuro en este tipo de casos; y todo irá de la mano con los descubrimientos de la neurociencia.